“Para que siga la tradición y los años se rompan en el tiempo, ¡pero que el amor del costalero siga vivo!”. A todos les sonará esta archiconocida cita de Don Manolo Santiago, capataz conocido como “El Maestro” o como otros lo nombraban “un poeta del martillo“, dirigiéndose a su cuadrilla de costaleros de La Paz sevillana.
Discúlpenme que les diga que cada vez que lo escucho hasta a mi me dan ganas de empujar hacia arriba esa trabajadera. No se puede sentir más adoración hacia una Hermandad, hacia una vocación como la de ser los ojos, el vigor y la garra de una cuadrilla entera.
Pues bien, un día estaba yo debatiendo con un conocido mío costalero sobre lo importante que es el amor por una Hermandad para sacar un paso a la calle. Recuerdo que él me decía que si algún día tuviese la enorme suerte de llegar a ser capataz, que a él lo que le importaría es que el paso salga a procesión, sea como sea, sin importar si la cuadrilla la conforman los VERDADEROS hermanos costaleros o por el contrario, aquellos que van “picoteando” de trabajadera en trabajadera con el fin de lucirse. “El caso es que valgan y aguanten”, decía.