La memoria del cronista del Domingo de Ramos no alcanzaba a recordar cuándo pudimos disfrutar de la última Semana Santa con días de calor. El día de ayer lo fue y mucho. Afortunadamente las Cofradías de la tarde gozaron de una jornada para permitirse el lujo de despreocuparse absolutamente de la evolución de la meteorología, lo cual es decir mucho teniendo en cuenta lo sucedido en los últimos años.
La cruz de guía de las Penas de Santiago llegó con un caminar lento y solemne a la calle Juan de Mesa o del Poyo (que no Pollo como alguno que otro escribe. Es Poyo, con “y”, ya que viene de un poyete que antiguamente se encontraba en esta rúa). Majestuoso, como siempre, el Señor de las Penas, la talla más antigua de la Semana Santa de Córdoba, bien acompañado por la Virgen de los Desamparados y San Juan. Las dos maravillosas imágenes de Antonio Eslava, un lujo para esta ciudad quizá no lo suficientemente ponderado, lucen mejor en el paso desde que la Hermandad decidió ampliar el mismo. Ayer se pudo ver finalizado el proceso de reforma que comenzó dos años atrás. Tras el tránsito del calvario de las Penas, María Santísima de la Concepción, hermosísima exornada con sus tradicionales camelias blancas, caminó a los sones de la marcha La Vía Sacra del cordobés Rafael Wals bien interpretada por la banda María Inmaculada de Linares.