He cambiado mi manera de ver la vida, y es que, os aventuro, que verla a través de un filtro de ojos verdes mejora mucho la interpretación de la misma.
No pude disfrutar de la salida extraordinaria de la Macarena, jubileo macareno, pero sí tuve un sábado ‘jubilar’, así lo voy a llamar, por el goce de las costumbres, por la tradición y por tantos instantes admirables que pude disfrutar.
San Juan Bosco hacía su salida tras haber acabado la misa en el patio del colegio Salesianos, el órgano aún enunciaba algunas notas musicales, esa melodía acompañaba la mecía de las flores por el aire, aire que jugaba entre lazos celestes, niños que “bebían los vientos” al mirar hacia arriba buscando su auxilio, y allí estaba Ella, escoltada por el mimo de su familia salesiana, por la inocencia, por la pureza de ese azul. Allí estaba Ella, bajo una cortina de color cian, aclarado por nubes blancas que despreocupadas se entremezclaban con el cielo, cielo que impregnaba el suelo de auxilio de terciopelo, terciopelo que abrazaba las estrellas de su corona.