En estas fechas, como todos los años, cuando cada uno vuelve a su rutina, a su quehacer diario, siempre nos encontramos con la expresión tan usada de “comenzamos un nuevo curso…”
Al hilo de ella, ante los acontecimientos, actos, conmemoraciones y efemérides por celebrar que se nos avecinan, quisiera hacer una breve reflexión amparándome en un proverbio africano que quizá tendríamos que hacérnoslo repetir infinidad de veces (cual maestro que con todo su buen hacer pedagógico nos explica las cosas ciento y una vez):
“Para educar a un niño hace falta la tribu entera”
Extrapolemos a nuestro ámbito esta verdad con mayúsculas y preguntémonos que hemos ido haciendo, o deshaciendo, para que el concepto de hermandad y cofradía se asimile, tal y como estamos constatando, a vocablos como autoridad, mando, prepotencia, superioridad, manejo… Nos encontramos en un círculo vicioso en el que, quizá, no queremos y/o no sabemos enseñar-educar sobre lo que supone la honestidad en el pensamiento y en la acción, sobre el valor que tiene la nobleza de cada acto desinteresado y anónimo, sin nombre ni apellidos (y esto no es una obviedad ya que cuantas veces conocemos al “anónimo”)
Si pensamos con calma y reflexivamente, deberíamos de ser valientes en el sentido que nos dice el filósofo, “manteniendo una meta valiosa a pesar del riesgo, el esfuerzo o la dificultad que entrañe”; apostemos por esa valentía moral de la que nos habla J.A. Marina y actuemos por motivos éticos a pesar del miedo, la coacción, el silencio pactado desde todos los ámbitos, la dejadez del que nos gobierna…
No se piense nunca que algunos de los que dan un paso al frente, manteniéndose en su sitio, les mueve el protagonismo, muy al contrario…es la aspiración de recuperar la ética pública y privada para todos los que estamos de una manera u otra implicados en este “mundo”, porque de lo contrario las circunstancias orteguianas nos devorarán y envolverán como la serpiente al Laocoonte, dejando todo lo que conocemos en un mero entretenimiento sin trascendencia alguna, y a veces incluso decadente y patético.
Mercedes de Rueda