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miércoles, 28 de enero de 2015

Enfoque: Dame pan y llámame tonto


Marcos Fernán Caballero. Recuerdo una anécdota que, en su día, nos contó una profesora de filosofía, la cual le ocurrió a sus padres cuando ella era pequeña. Decía la docente que, en una iglesia próxima a la calle donde ella vivía con sus padres y hermanos, había un señor que pedía limosna. Nos decía que recordaba perfectamente su excelente educación y sus buenas formas, lo que facilitaba el trato con casi todos los feligreses de la parroquia a los cuales, lógicamente, se tenía ganados y, por consiguiente, también de parte de los donativos que los mismos llevaban a la iglesia. Transcurridos varios años, el mendigo desapareció para siempre y no se volvieron a tener noticias de él. Hasta que, un día, el padre de mi profesora volvió de su trabajo y hecho un auténtico basilisco, le contó a su esposa que había podido constatar que el mendigo de la iglesia se había ido a vivir a Málaga, ciudad en la que este señor tenía dos pisos… a sumar a la vivienda que aún mantenía en Córdoba y que años antes había sido su domicilio habitual.

Imagino que la cara que se le quedó al padre de mi profesora al conocer que el mendigo al que habitualmente daba limosna (dinero, comida, ropa, etc…) tenía más propiedades que el aloe vera debió ser muy parecida a la de un servidor cuando leyó en el diario ABC el pasado sábado el titular: Cajasur vende a la Iglesia el antiguo colegio Santo Ángel. La operación que, según ABC, se cierra aproximadamente en 4,5 millones de € (casi 750 millones de pesetas) supone la adquisición por parte de la Iglesia de un solar que "incluye un inmueble de cinco plantas y dos edificios, y el resto de la parcela, de unos 3.500 metros cuadrados aproximadamente en total, ahora mismo está sin edificaciones y destinado a un aparcamiento y dos pistas polideportivas".

Yo he defendido muchas veces a la Iglesia y sus actuaciones. Creo que mucho más de lo que la misma se ha hecho acreedora con sus actos para con las Hermandades. Pero es que parece que el lema "todos somos Iglesia" únicamente parece aplicarse en un sentido por parte de los rectores de la misma. En esta relación de "igualdad", las Hermandades parecen desempeñar el papel de esos familiares de los que uno tan solamente se acuerda cuando se le agotan los cuartos en las alforjas. Yo, después de constatar la buena salud financiera de la que, a todas luces, goza nuestra iglesia local, no puedo por menos plantearme con qué cara van a pedir a las Cofradías de Córdoba el pago del diezmo... instituciones que, mayoritariamente, no manejan presupuestos anuales superiores a 50.000 € en la mayor parte de los casos y que se las ven y se las desean en otros tantos simplemente para ser capaces de sobrevivir.

Con razón dice mi tío que los sacerdotes estudian seis años: cinco para aprender a pedir y uno para aprender a no dar. Lo dicho: dame pan y llámame tonto.












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