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jueves, 5 de febrero de 2015

Enfoque: Una dimisión a tiempo


Blas Jesús Muñoz. Estamos demasiado acostumbrados a no usar ni el término ni la acción -que implica el verbo- dimitir. Es una rareza. Pareciera que es algo trasnochado, caduco, fuera de lugar. Sin embargo, movidos por las circunstancias insostenibles o por el mero sentido común -ese del que dicen es menos común de los sentidos-, en ocasiones puntuales, alguien dimite y da un paso al frente.

El simple hecho de hacerlo, independientemente de la fundamentación, ya es un aval de algo que distingue a quien toma la determinación. Y lo distingue porque en este contexto en que nos movemos el apego ya no alcanza los íntimos lazos familiares, sino que se agarra a cualquier circunnstancia de la vida con frenesí.

Podríamos comenzar una serie inabarcable de personajes o cargos que debieron dimitir y no lo hicieron. Daría para un par de años de artículos diarios. Una mina. Sin embargo, Francisco Vázquez ha dado el paso a causa de algo tan natural como el rechazo a una propuesta planteada. No parece, desde la distancia física y emocional, que la misma se deba a una rabieta, pues en principio nadie acepta un cargo donde los problemas ya estaban instalados por placer.

¿O sí? Con la interrogación no me refiero a este caso concreto, pero existen otros cargos, en otros lugares que sí parecen problemáticos y a los que sus titulares se amarran como la cinta a un moño. Podríamos retomar el concepto de vida insípida que el carguillo sacia, mas no es el momento.

Entre tanto, la Madrugá sigue sin solución viable y su Delegado se aparta y da un paso atrás para mirar de frente al horizonte con la expectativa de que llegue alguien que pueda solucionar la situación en el punto en que se halla. Una tarea difícil, como difícil es reconocer la propia limitación a la hora de dar solución a un problema y apartarse. Enhorabuena.












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