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martes, 7 de abril de 2015

Enfoque: La estupidez de algún nazareno


Blas Jesús Muñoz. La estupidez, a veces o la mayoría de ellas, se sublima en su superlativo. es infinita como el universo y profunda como una fosa abisal del océano más misterioso. Abunda y crece en los campos en barbecho, e incluso, en aquellos cultivados para tal efecto. Pues interesa, de siempre, una ignorancia atenta, sin el escrúpulo que trae consigo la buena educación.

Interesa porque es eficaz para adormecer al mundo en su propio légamo que deja las mentes sumidas en el sopor de una sobremesa sobrevenida y perpetua como la condena de los peores criminales. La estupidez no llama a las puertas del mundo, sino que está dentro de las mismas y no abre su candados, no vaya a ser que un viento fresco se la lleve a tierras menos cálidas.

Todo este alegato viene dado por las continuas muestras de irreverencias, sostenidas al socaire de la Semana Santa. Ahora, más de uno se da y nos damos cuenta de la pérdida. No hay valores ni se les espera. Se hace botellón con impunidad asombrosa ante el paso de una Imagen y nada ocurre. Y ocurre hasta en Sevilla que es la Catedral de las cofradías y el retablo donde tanto tiempo nos hemos mirado. Si eso pasa allí, qué ocurrirá aquí.

Si prestan atención a la imagen (que no es de aquí, pero bien podría serlo), cuando uno se viste bajo túnica y hace eso es fácil apercibirse de que no tiene ni la más remota idea de que supone realizar estación de penitencia. Puede ser estulticia, pero no es ni la causa ni la finalidad, sino un efecto de lo que acontece.

Los culpables serán muchos, en una pequeña medida que suma demasiadas y el problema se fue acrecentando. Por ejemplo, una de esas pequeñas cuotas pertenece a aquellos que callaron y arremetieron solo contra lo que se les atravesaba por el camino y tenían orejeras de borrico para no ver a los lados. Ahora, hoy, mañana, pasado o cuando no les quede otro remedio y se presentarán como los salvadores de esta patria. No serán conscientes de que, a estas alturas, ni hay patria ni bandera y casi ni religión que nos proteja. Que recuerden sus silencios y los lloren.










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