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sábado, 11 de abril de 2015

Enfoque: La fórmula para que desaparezca la Semana Santa


Blas Jesús Muñoz. No se trata de una fórmula matemática, pero si suman, restan, multiplican, dividen, utilizan fracciones, cosenos, raíces y la ecuación de la recta con los elementos que, a continuación, se exponen, no duden que el resultado será el final, el ocaso de la semana Santa que -en parte- conocimos y -en parte- nos contaron.

Que en Córdoba los políticos son un elemento más en algún cortejo procesional y en alguna que otra institución cofrade, no supone un elemento nuevo bajo el sol abrasador del verano (la primavera de nuestras hermandes hace mucho que se perdió, si es que alguna vez la hubo). En Sevilla, se veía venir, pero ya es fáctico.

La introducción del elemento empleado de la política (o sea, Ayuntamiento), a la hora de revisar y ser parte implicada en la modificación de los itinerarios de la Madrugá denota que se ha pasado de un visto bueno testimonial ha dejar entrar por la puerta de tu casa a los mismos que te la expoliarán o expropiarán, aun siendo liberales.

Durante los últimos tiempos he oído mucho decir en Córdoba una frase similar a que ahora las instituciones nos respetan. La escuché hace tiempo, antes de oírsela al actual presidente de la Agrupación, y, en mi opinión, es el primer gran síntoma de connivencia con el poder municipal (administrativo, legislativo, ejecutivo o inexistente).

Habrá a quien le parezca bien. Respetable. Sobre todo, si los "profesionales" que se dedican al trabajo partidista hubieran sobresalido por su labor impecable. No es el caso. Y es más, aunque lo fuere, no deja de suponer una injerencia, una pérdida de autonomía (no libertad porque ésa la otorga la Verdad Revelada) intolerable.

Ya lo advertía en sus homilías más de una vez monseñor Asenjo cuando ocupaba la Sede de Osio. sin embargo, pareciera que es predicar en terreno baldío. Lo que gusta, o al menos lo parece, es el protagonismo a toda costa que se refleja en actitudes tan pobres y poco formadas como las que vemos, no solo en nuestros dirigentes, sino en cualquier parcela de las cofradías.

La vida seguirá y la Semana Santa, como ya ocurre, con suerte se convertirá en un espacio (no el Metropol Parasol) donde vivir cuatro o cinco momentos sublimes para, el resto del tiempo, mirar para otro lado.











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