Ha pasado la Semana Santa y a muchos nos quedan muchos recuerdos, pero también muchas faltas y muchos detalles que a la gente les quedan como cenizas posadas en un cenicero que lleva tiempo sin limpiar.
La cultura nos llama en estos tiempos en que ahora disfrutaremos de las fiestas de la tierra, entre ellas, puesto que es CULTURA y es una fiesta para el aficionado, llegarán las corridas de feria y, antes de las mismas, incluso la corrida para celebrar el aniversario del Coso de los Califas.
Algunos están descubriendo ahora la verdad del toreo de uno de los nuestros, y cuando digo de los nuestros, me refiero tanto a la persona comprometida con la ciudad (ya lo demostró aceptando un Pregón que a todas luces no iba a ser Cofrade y aceptó a buen seguro por amor a la ciudad), con la gente de una Córdoba que quizás pronto olvida y, que ahora parece empieza a reconocer a Finito, como si antes no lo conociera, como si hubiera estado apartado, en otra orilla que no fuera en la que siempre estuvo, la de hacernos disfrutar con la forma de realizar su trabajo, su torería, su arte.
Reaparecía Finito en Sevilla tras seis años de ausencia, según sus palabras, “encantado con la experiencia de nuevo de poder escuchar el ole ronco característico de dicha plaza”, y yo añadiría, que los sevillanos, los amantes a la fiesta que lo vimos, encantados de encontrar lo que siempre estuvo ahí, que nadie quizá cuidó por toreros populistas, oportunistas, incluso chabacanos que han llenado carteles desde un tiempo a esta parte en las grandes ferias. Con seis muletazos Finito recordó que la fiesta no es hacer footing con el toro al banderillear, ni realizar apuestas por un toreo irrespetuoso hasta para lo más sagrado, el toro. Con un respeto máximo, como siempre y, una torería que desempolvó las tablas del maestrante escenario, Finito volvió a demostrar a los sevillanos su idea del toreo, pero a los cordobeses, les recordó que siempre había estado ahí, aunque haya habido tardes en que a este mismo, lo he de admitir, incluso se le pasara por alto.
Y en esta demostración de elegancia y clase propia de los que son recordados, me vino a la cabeza otra persona que también parece ser que se ha olvidado en nuestra otra celebración, a la que este Blog le da cabida en sus redes sociales cada día, la Semana Santa.
Juan Berrocal parece que ha desaparecido totalmente de la mente de muchos, con total desmerecimiento y sin reconocimiento alguno. Termina la Semana Santa, y vemos las lagunas que dejan algunos pasos de la ciudad, tanto en técnica, como en desconocimiento absoluto de qué estilo llevar, puesto que este cambia cada año, es más, me atrevería a decir que no es que lo cambien, es que sale así, como el que lanza una moneda y como se camine pues se caminó.
El respeto a los que permanecen quedando cátedra, sin decir nombres pues todos los conocemos, no es que se acreciente, sino que cada día se pierde más. Una falta de respeto que no comparto en absoluto, pues al que le guste esto, lo bien hecho y bien diseñado, tendrían que alabar casi a diario a las personas que aún dan un poco de ton y son a lo que es mandar un paso, a lo que es ser CAPATAZ, que no me canso de decir que es algo que muy pocos cumplen, y lo peor, es que no podrán cumplir nunca por falta total de aptitudes para serlo y, lo que para alguno es peor, de actitudes.
Cuando en la fiesta del toro se pedía por sus amantes, sus seguidores, un sitio para Finito en grandes plazas, en ferias que creían podía aportar, muchos pensaron o pensamos que era eso, puro amor a la persona o a la figura del torero, para algunos venido a menos o incluso a nada, olvidando lo básico que es lo de “el que tuvo retuvo”, pero esa frase no es lógica utilizarla con Finito, pues suena a retirados, ni mucho menos es el caso.
¿Han olvidado en la Semana Santa quién es Juan Berrocal? Es, no fue, puesto que tampoco ha dejado su labor, incluso a punto estuvo de ser el Capataz este año del Mayor Dolor, entendiendo todos el por qué no llegó a ser. Estas personas serias que saben cómo es el trabajo que tienen que realizar, y por encima de todo, cómo deben de trabajar en cuanto a comodidad sus costaleros, no se meten en callejones sin salida, eso ha quedado patente que es para otros. No veo yo a Finito toreando Miuras, como no hemos visto a Berrocal al frente de Ntra. Sra. Del Mayor Dolor, no por miedo en ninguno de los dos casos, sino porque no podrían dar lo que ellos pueden dar, desarrollar lo que ellos realizan, que no es otra cosa que un arte, con el que hacer disfrutar y engrandezcan la fiesta en el caso de los toros, y la celebración de la Semana Santa.
Se hablaba en televisión estos días, de las pocas oportunidades que hay para toreros nuevos, tampoco es que la haya para muchos capataces con actitudes y aptitudes que quieren comenzar, pero como bien decían, y porque también se puede transportar a la Semana Santa, un chaval con garantías que acompañe a dos figuras debería ser la forma de entender a día de hoy y la fiesta taurina, y quizás en Semana Santa, hermandades que confíen en gente de la casa, deberían de ponerlos al lado de algún gran capataz de la tierra, que los hay, para que tras aprender unos años puedan ser ellos los que se conviertan en el faro guía de nuestros pasos, y lo que quizás sea más importante, transportar la sabiduría aprendida de los maestros a su cuadrilla, y a otros a los que puedan enseñar en este gran arte de la Semana Santa.
Los maestros guardan espera y desempolvan de vez en cuando su capote para demostrar que siguen ahí, que se les podrá mandar al olvido, pero nunca podrá acabarse con lo que uno tiene dentro, que no es otra cosa que el arte. Críticos en todos los artes siempre ha habido muchos, pero lo peor, es que los críticos a veces, son personas que al no tener arte ninguno una vez intentado, intentan destrozar a las personas que lo tienen por propio instinto y naturaleza, les sale y florece del alma y la pasión que ponen en lo suyo.
Quizás, algún día hable de los que para mí fueron maestros, quizás, hable de los que para mí pueden ser los maestros del mañana, para hacer de otros maestros en un futuro, pero hoy me quedo con Juan Serrano en su arte, y Juan Berrocal en el suyo. El primero del que decían que estaba acabado, ha acabado de demostrar que en lo suyo, el toreo, no hay más torero que él, cuando se puede desarrollar el noble arte de desplegar el duende con una muleta. El segundo, del que algunos ya no se acuerdan, otros no quieren ni acordarse por envidias quizás, también demuestra cada Domingo de Resurrección que ni está acabado, ni se ha retirado, ni ha olvidado algo que no puede olvidársele a una persona que vive, es y será CAPATAZ, hasta que muera, puesto que ni siquiera queriendo dejar de serlo, podrá, ya que el torero camina en torero y el capataz, siempre es y será capataz.
Fernando Blancas Muñoz
Recordatorio La Chicotá de Nandel: Los cobardes y La Paz