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viernes, 3 de abril de 2015

La Espada de Damocles: La Semana Santa sin cofradías


Ya es Viernes Santo, ya llegó el día ansiado, ¿qué más se puede decir? Estamos inmersos en los días santos, ayer fue el día santo, el día de la piedad, Cristo por su inmersa misericordia se hizo pan y vino para quedarse por siempre con nosotros hasta el fin del mundo. Su carne convertida en pan y su sangre en vino, carne que hoy es traspasada y sangre que será derramada. Hoy es el día grande. Recordemos, la semana santa no se establece por pasos ni palios, ellos, como todo son una mera floritura en estos día. La semana santa son la misa de la Pasión el Domingo de Ramos, la Cena de un Jueves Santo, la Muerte ocurrida tal día como hoy un Viernes Santo y la resurrección de una vigilia Pascual. Cristo, pues, no sabe de candelerías, de costales o de varales, Cristo sólo sabe de amor y de Pasión y a él le sobra todo. Hoy, hoy se abrieron las puertas del cielo, hoy Cristo dando un fuerte grito de dolor, de soledad, de amor, expiró, después de salvar al buen ladrón, después de hacer a su Madre, Madre de todos nosotros.

Mañana, Sábado de Gloria, aquí en nuestra ciudad de Córdoba, no salen cofradías de penitencia, pero no por ello es menos importante, al contrario, es el más destacado de todos, hoy, las campanas ensordecidas desde el Jueves, vuelven a repicar para dar fe pública de que Cristo vive, que Cristo a resucitado de entre los muertos. Porque pudo y porque quiso, porque así dio testimonio de que era el hijo de Dios humanado. De que Dios, él, que es el único, se humilló como hombre, sintió hambre como nosotros, ansiedad en su corazón, sed en su garganta, y vuelvo a decir, como nosotros. Porque en la liturgia de estos días santos son cuando de verdad vemos y sentimos a Dios. Sí, las imágenes de madera son venerables, pero Dios, que lo tenemos todos los días presente en la eucaristía, es el de verdad, a ese no le atacan las polillas ni se ennegrece por el paso de tiempo ni por el humo de las velas. Ese es mi Dios, esa sencilla forma de trigo en la que Cristo quiso quedarse. No lo busquemos en imágenes de madera que no pueden escuchar, ni hablar, ni pensar, eso es, un adorno de estos Santos días. Mi Cristo no se pasa, porque mi Cristo se queda y no se termina cuando se acaba una marcha, cuando se apaga una vela. Él es más grande que eso. Él lo es todo y es nada. Todo porque todo es suyo y todo lo hizo y nada porque pasó desapercibido y sigue pasando sin que nos demos cuenta, de que Él no es de madera sino de la Carne traspasada y la Sangre derramada presente en la miseria de un pan y un vino.

Recordemos, la semana santa no se basa en los pasos ni en las cofradías, por lo que si queremos vivirla de verdad, debemos acudir a Cristo en su sagrario, en la verdadera representación de su pasión, en el calvario del altar, y en su sepulcro que imitamos con el monumento. Mi Cristo pues es de carne y hueso.

Antonio Maya Velázquez











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