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lunes, 18 de mayo de 2015

Enfoque: Hijos de la frustración


Blas Jesús Muñoz. Debe ser frustrante que, durante una buena parte de tu vida, te lean unas diez mil personas a diario para que, de repente, te lean ochocientas (el día que te leen). Como también debe serlo que las redes sociales sean tu única voz, tan plural que haya miles de personas que puedan contradecirte y ya no seas el pontífice adoctrinador de antaño.

Frustra, seguramente, que quienes te leen en tu pequeño círculo (no como los de Podemos o, tal vez, sí) te jaleen, te aplaudan y te pasen la mano tibia sobre el lomo, a sabiendas de que fuera de él es todo lo contrario. Y que adjudiques la originalidad de las cosas a tu gente o a tu cofradía porque no quieres reconocer que existen otros que lo hicieron antes que tú.

A otros, los puede colmar de impotencia ser componentes -o componente- de una banda, cuando crees merecer la batuta de la Vienna Philharmonic Orchestra. Y, como los grandes genios, utilizar la recurrente red social para soltar la mala sangre o lo que crees ingenio y es, sencillamente, triste.

Ellos saben sus nombres como yo el mío, la diferencia es que uno escribe lo que piensa y no se acoge a sagrado cuando intenta atacar. Se vive y se siente; se nace y se muere en el intento de opinar lo que uno considera sin buscar subterfugios pueriles. El infantilismo, el me enfado y no respiro, es propio de muchos cofrades que colman de frustración sus elecciones y envidían al que es feliz escribiendo por nada más que la satisfacción de saber que hace aquello con lo que disfruta.









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