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sábado, 16 de mayo de 2015

La Espada de Damocles: Perdiendo el norte


Es una constante en Europa, sobre todo en las últimas décadas, negar todo pasado católico de nuestra historia. Pero, como siempre digo, es imposible negar lo acontecido en los siglos pasados porque es la razón, el desencadenante de nuestro presente. Quien me conoce personalmente, sabe que soy, en cierto modo nostálgico, pero no nostálgico en las formas, sino en lo que hubo y, por desgracia se perdió en el paso del tiempo como el desgaste de una suela al caminar.

Para hablar de España, hay que hablar de Europa, para hablar de Europa, hay que hablar del Imperio Romano, y para hablar de ese Imperio hay que hablar de los Cristianos. Si Teodosio no hubiera hecho el catolicismo la religión oficial y única del Imperio, seguramente no estaríamos como ahora, la realidad que nos contempla sería bien distinta. Nos cueste o no, las raíces desde donde brota Europa no nacen en América, no nacen en Asia, no es el Islam, ni el Anglicanismo. Nuestras raíces, nuestras fiestas, nuestra cultura en general, tienen como único manantial la religión católica.

Ahora, los jóvenes, esos zombis en pitillos, esos narcisistas de Instagram, cuya única meta es mostrar en la red una vida que no llevan, y seguir como ovejas los dictámenes de unas modas, impuestas desde el despacho de una multinacional, son en los que deberemos confiar para alargar de una u otra manera, lo que se puede decir, son nuestras costumbres. Ya, España no es católica, la Semana Santa, ya mismo no será de cofrades, será de gente que no sabrá para qué se creaban las hermandades, ya nadie recuerda porqué la Fuensanta es nuestra patrona, incluso hay gente que no sabe situar a San Rafael en su función sobre la ciudad. Tampoco sabemos por qué celebramos las cruces de Mayo, hasta la Navidad, algo más primario y universal, se ha corrompido, para ser destronado por los regalos y las luces. ¿Quién va hoy en día a misa de la Vigilia Pascual, en Semana Santa?, ¿Quién le explica a sus hijos que las hermandades no nacieron para sacar un paso?, ¿Quién enseña a las generaciones futuras tantas tradiciones que se pierden por desidia?

Mi ciudad, es mi cultura, no permitamos que vengan de fuera a imponernos costumbres extranjeras, no dejemos que el smartphone, el Wi-Fi, y demás novedades nos distraigan de un pasado rico, un pasado que nos empeñamos en enterrar para sacar otro que si existió, existió más bien poco.

Coraje me da ver como olvidamos un pasado, pero tenemos otro bien presente, la Catedral hace ya más de 775 años que dejó de ser musulmana, pero seguimos llamando a Córdoba, la ciudad sultana, y a la catedral mezquita. Nos dedicamos a ensalzar la Córdoba de las tres culturas cuando nunca coexistieron en armonía, queremos recuperar la esencia de la Semana Santa, pero no queremos la tradicional madrugá. Para que veáis como es nuestro cerebro, hablando con un amigo mío le dije que me gustaría ver la Córdoba de hace 20 años, y me contestó que para qué quería que volviese Franco, a lo que yo respondí que hace 20 años estábamos en el 1995. Eso es nuestro cerebro, nos anclamos en un pasado creyéndolo cerca, cuando alejamos el que más nos ha marcado.

Sigamos así, sigamos perdiendo el interés por la historia, por nuestras raíces. Córdoba es más cristiana que mora, más castellana que califal y más renacentista que andalusí. Córdoba ya no tiene alminares, tiene campanarios y espadañas. Córdoba no es América aunque nos empeñemos en celebrar Halloween en vez de Todos los Santos, ni es Río de Janeiro aunque nos empeñemos en vestirnos en Carnaval como mamarrachos. El Nazareno era el Señor de Córdoba y ya le hemos perdido la devoción y los Dolores va camino de correr la misma suerte, sigamos pues, sigamos.

Perdamos nuestra identidad, pero cuando dentro de 60 años la generación de mi edad veamos a dónde nos ha llevado esta actitud, no lo veamos con sorpresa, porque hay mucha gente, que como yo, ve a esta ciudad, a este país perdiendo el norte.

Antonio Maya Velázquez



Fuente Fotográfica: Diario Azul










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