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sábado, 20 de junio de 2015

Calvario de iris: Desierto


Una punzada sorda, un estertor tan profundo que hace caer al ser. Árida tierra, lejos de la entraña materna, instintivamente, el cuerpo va tomando posición fetal. Alma, flor del recuerdo, instantes deshojados sobre la arena, contemplados con ojos de vidrio. Garganta reseca, pómulos de fragua ardiente, surcada por la sal alada de una lágrima, que duerme en la comisura de los labios. El Hijo del Hombre, tentado a postrarse a cambio de “poder” terrenal.


Él, humilde entre humildes, creyó en la condición humana, entregando enseñanzas de su Reino en la tierra. Hoy, muchos seres deambulan por “desiertos”  colmados de moradas y moradas desiertas de esperanza, por algún tipo de exclusión. Nadie escucha sus pensamientos, nadie socorre sus necesidades físicas y espirituales. Nos atrevemos a juzgar y dictar sentencia, sin saber que quizá alguna rama de la exclusión, llame a nuestras puertas. Pocos pastores han cuidado los verdaderos preceptos de las enseñanzas de Jesús. Qué su Misericordia nos ampare y nos enseñe a curar y a ser curados.

José Antonio Guzmán Pérez










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