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viernes, 26 de junio de 2015

Enfoque: Llegó la hora


Blas Jesús Muñoz. Aun recuerdo cuando aquella tarde-noche nuestro compañero Marcos Fernán Caballero informaba en primicia de la celebración de una Magna Mariana y lo mal que le sentó a algunos que, casi, sufrieron una indigestión tan magna como el evento que, en unas horas, se va a celebrar. Son gajes de este oficio del que ni siquiera somos profesionales y aspiramos a informar sin más y a opinar en la medida que se pueda.

Desde entonces hasta ahora, las informaciones han ido creciendo en intensidad, de forma especia, cuando las imágenes han ido llegando a la capital. Entre tanto, se ha hablado de seguridad, organización, vallados... quizá, con el recuerdo insistente de la aglomeración que se produjo en aquel septiembre no tan lejano que dejó una respuesta de público tan contundente que se quiso utilizar para ensombrecer tanto los errores ajenos como los propios.

El 27 ha llegado y, durante estos días la ciudad se ha convertido en un arca que alberga a la Madre de Dios. Ése debería ser el titular, la base de todo, haber disfrutado de estos días intensos de vigilia, así como disfrutar esta mañana de sábado de los pasos dispuestos con las imágenes de la Santísima Virgen entronizada. Desde Capuchinos a San Pablo, pasando por la Trinidad.

Ha llegado el día y ya da igual (o no, quién sabe), que la venta de sillas no haya sido la que se esperaba, que los programas se hayan vendido y se cree un precedente, sin olvidar que se han podido adquirir en bares (que ya habla de categoría) y a con el tiempo pegado a la espalda. Da igual que la Virgen de la Fuensanta haya sido trasladada a Santiago para haberla puesto de una forma muy poco digna para ser una Imagen sagrada, imaginen para una Patrona...

Ya poco importa, ha llegado la hora. Mañana las crónicas (o, al menos, algunas de ellas) contarán lo maravilloso que fue todo. Y no duden que ver a María, para mí, siempre lo es. Habrá algún dirigente cofrade que lo pondrá en su currículum (dos magnas en dos años, casi nada). Los errores caerán en saco roto, pero no se apuren porque en Córdoba siempre fue así y es por ello que nunca aprenderemos.



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