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martes, 16 de junio de 2015

La Firma Invitada: El hombre me impide ver a Dios


Habiendo leído el último artículo de José Barea, no he podido controlar el teclado de mi ordenador y reflexionar en “voz alta”…

¡Ay Sevilla!... No sé si la que falla es la maestra o el alumno. 

Para nada pondré en duda los errores y horrores que se producen. Ya hace muchos años me sorprendía al ver, que muchas devociones terminaban cuando con el "izquierdo por delante" se recogía, provocando una estampida y dejando en soledad la entrada de la Madre.

Puedo llegar a comprender y disfrutar de una bulla delante de un paso, justificando que lo que miran es la cara de la sagrada imagen... El problema lo encuentro cuando lo que miran es a la cara del capataz o los pies de los costaleros. Diría que ya la cosa se descontrola, cuando esa bulla se desplaza a la trasera de un paso, para "cangrejear" delante de una banda, móviles en alto, como si de un concierto de Pablo Alborán se tratase. Muchos dirán: "A cada uno le puede gustar una cosa...", "no hay problema en que me guste tal cuadrilla o tal banda...no hay nada malo" Creo que es necesario que se alce una voz, que reflexionemos con seriedad y digamos: "Pues si hermano, si hay problema..."

Perdemos el norte cuando eclipsamos el verdadero sentido de una hermandad, de una cofradía en la calle. Una estación de penitencia o una procesión de gloria, no se puede convertir en un concierto de marchas. Un desfile procesional no es una "performance" de coreografías perfectas de faja y costal, mendigantes de aplausos y piropos. La evangelización, la "pública protestación de fe", el acercamiento a ancianos o alejados, catequización, conmemoración de la pasión de Cristo y redención del hombre…¿Dónde queda todo eso? Pensémoslo, paremos por un momento nuestro cortejo…¿Estamos poniendo a Cristo en el centro de la vida cofrade, no ya solo de Sevilla, sino de Andalucía, de España…?

La edad me hace ver con tristeza, cómo desvaría todo lo que era sagrado para convertirlo en un deporte, afición, hobbies, en una competición… Siempre hemos mirado el ejemplo de Sevilla, de la maestra…pero como cito al principio, no creo que el problema sea tanto de ella, como de los que la miramos para aprender. Los siglos han dado base de formación, tradición y sana transmisión a esa magna escuela a la que llamamos Sevilla, tras todo lo que vemos en la calle, existe una educación que no la dan las redes sociales ni los libros, me atrevería incluso a decir. Existen siglos de transmisión de valores, de devociones, transmisión de una fe, que tiene como fruto las cofradías y los cofrades.

El problema del alumno que quiere alcanzar a la maestra, ese que desde su pueblo quiere crear una cofradía como la que ve en la Macarena, en el caminar de San Gonzalo, la seriedad de Pasión, el cortejo de la Estrella, la devoción del Gran Poder… el problema de ese alumno, es que quiere obtener los frutos de Sevilla, sin tener la semilla, las raíces ni el tronco que tiene Sevilla.

Cierto es, que en los últimos tiempos, incluso la escuela se ha visto profanada por asuntos como los antes mencionados. Por suerte para ellos, aún existe una buena raíz que vemos en las manos de los mayores, que intentan conservar, educar y seguir transmitiendo la fe, que no el folklore, que tanto está arrastrando a las nuevas generaciones (y no tan nuevas). Adquirimos imponentes pasos de misterios con ocho, nueve trabajaderas, realizamos bellos pasos de palios, contratamos las mejores bandas, buscamos las mejores flores, caminamos como acariciando el asfalto…pero ¿para quién? ¿Para qué?

¿Para quién el florista pincha la flor en la ánfora?, ¿Por devoción y gratitud a la Madre de Dios, o para que su arte sea aplaudido? ¿Para quién manda el capataz el paso?, ¿Para que el misterio de la pasión de Cristo sea manifiesto de manera pública, o para engordar su ego y fama? ¿Para quién el vestidor pliega el encaje?, ¿Para embellecer a la Señora, o para que se reconozca su gusto y bien hacer?

Corremos un gran peligro hermanos, un peligro que por desgracia, para algunos casos ya es demasiado tarde. Nos ahoga la contingencia de colocar nuestros egos sobre la peana de un palio, nuestro nombre sobre un monte de claveles rojos. Cuando nuestros intereses se anteponen a la fe, os aseguro que estamos echando a empujones a Cristo de nuestras cofradías, es nuestro orgullo el que paseamos entre doce varales e iluminamos con el ascua de la cera.

Así no…así no puedo ser cofrade. Mi Dios Nazareno, el que sobre una borriquilla monta, el que carga con el madero, el que muere en un Calvario, mi Dios que sufre y padece, se esfuma de mi oración y me es imposible de encontrar, en un mundo en el que el hombre se ha convertido en centro de todo. Me es imposible ver a Dios, en una realidad en la que la perpetuidad de una saga, pisotea la sangre nueva que viene pidiendo la vez. En ocasiones y por desgracias, la falta de formación y compromiso ensalza el apellido que gobierna, viste, exorna o manda, sin tener en cuenta por absoluto el evangelio, la eucaristía. Pastores abstraídos entre encajes, protocolos y cirios, ovejas retozando junto a lobos impíos. Huye Cristo de una prisión de guardabrisas, cada vez que su nombre es utilizado para justificar el daño que se hace a un hermano.


Que no…que así no quiero ser cofrade. Hacemos crítica, juicio y sentencia de aquel que no besa donde nosotros pisamos, del que no aplaude nuestra danza y decisión, del que viste de diferente color. Un mundo de hipócrita censura, que se hace dueño del perfume, para destruir luego la flor.

Que suene el martillo por última vez, que se “arríe” este peregrinar noctámbulo que camina sin saber a dónde va, de dónde viene ni a quien lleva. Mi mundo cofrade se detiene, porque el hombre me impide ver a Dios. Un Dios que existe y pervive, oculto tras una nube de protagonismos con aroma a incienso y mustio azahar. Un Dios que cuando apartamos los ojos de nuestro ombligo, comprobamos que más que en nuestro pasos y vivir de cofrades, sigue muriendo cada día en Siria, mientras mi “indigno” insomnio, tiene sonido de bambalinas y cornetas. Miles de dolorosas arrastran su llanto por Irak y Nigeria, sin ornatos ni mecidas, sin bordados ni orfebrería, sin manos que luchen para calmar el dolor que produce el vivir la fe escondidas. Aquí lloramos contemplando la imagen de Cristo, allí mueren por “ser imagen de suya”. Ellos huyen de una yihad que eleva contra ellos la espada, nosotros aquí nos convertimos en nuestros propios yihadistas. Todo esto me causa estupor, la balanza de mi fe cofrade se tropieza en una realidad que clama al cielo y me avergüenza.

¡Ay Sevilla mi maestra! ¿Cuánto errado enamorado de tu flor y de tu fruto? ¿Cuánto cielo equivocado ignoró las raíces de tu fe y el cuidado de la transmisión? Hermanos de antifaz y costal, de cornetas y roquetes, solo un Dios es el que nos salva, solo una Madre protege. Solo Él es centro de todo, solo Ella es martillo y encaje, solo Él capirote y esparto, solo Ella estatutos y ciriales. De nada sirve en este mundo, poner la vida en la plata, en las flores o en los cirios, en la talla o en los bordados. Formación…Los cofrades debemos de demandar a gritos una formación que nos permita ser hombres y mujeres con la suficiente capacidad para discernir desde la fe y no desde la autoridad y el poder. Una formación que nos eduque en valores y no adoctrine en leyes y prohibiciones. Enriquecer nuestra fe de manera sana y justa, nos ayudará a nivelar esa balanza que parece descontrolada, cuando la mano del hombre la presiona a su favor, relegando a Dios a la única misión de figurar sobre un paso. Hermanos cofrades: Escrito dejó Teresa, la gran Santa Castellana, que “Solo Dios basta” , que las glorias de este mundo, como el aire “Todo pasa”

¡Ahí quedó!

P. Pecino











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