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sábado, 18 de julio de 2015

El Rincón de la Memoria: «Las cofradías de Semana Santa son todas del siglo XVI, en Sevilla y en cualquier lugar de España»


Reproducimos a continuación un excelente artículo escrito por Mónica Arrizabalaga para ABC de Sevilla. Un texto magníficamente redactado y documentado que interesará de manera muy especial a los amantes de la historia de nuestras cofradías. No pierdan detalle.

«Los sevillanos, que son tan forofos de la Semana Santa, creen que un año antes de nacer Cristo ya estaban fundadas las cofradías o que, como hay una Casa de Pilatos, en el primer año inmediatamente después de la muerte de Jesús nacieron las cofradías», ironiza el catedrático emérito de Historia de la Universidad de Sevilla José Sánchez Herrero. Este historiador zamorano, que comenzó a estudiar el origen de las hermandades de Semana Santa cuando fijó su residencia en Sevilla hace 40 años, explica que «existen cofradías documentadas desde el siglo XII-XIII, ahora bien, las de Semana Santa no nacen hasta 1520-1525».

Las cofradías de Semana Santa «son todas del siglo XVI, en Sevilla y en cualquier lugar de España» porque «es entonces cuando esa devoción por la Pasión y Muerte de Cristo se transforma en procesión».

La primera cofradía de Semana Santa, relata Sánchez Herrero, fue la de laSanta Vera Cruz, que está extendida por toda España (en Cataluña con el nombre de la Sangre de Cristo, que también llevan algunas de la Vera Cruz, matiza). La Vera Cruz había sido hallada, al parecer, por Santa Elena, la madre del emperador Constantino, durante su viaje a Jerusalén en el año 328. A partir de ahí comenzó esta devoción que dio lugar a la creación de cofradías de la Vera Cruz ya en la Edad Media. Hasta el siglo XVI éstas «eran de la cruz victoriosa», aclara el historiador. La devoción a la Cruz pasionaria, del Cristo muerto en dolor, fue posterior. Concretamente, fue a partir de 1520 cuando aparecieron las primeras reglas de cofradías penitenciales de la Vera Cruz, que procesionaban en la noche del Jueves al Viernes Santo. «En la calle no hay nada anterior», asegura.

En sus orígenes, eran procesiones muy sencillas. Los cofrades salían con las espaldas desnudas y se iban flagelando durante la estación de penitencia. Portaban una imagen de un crucificado pequeña, que se podía llevar a mano. Normalmente un hermano llevaba el asta de la cruz y otros dos le apoyaban en las alas. Sin música alguna, solo estaba permitido «una trompeta o un tambor que sonara a dolor», según cuenta Sánchez Herrero.

A la cruz se le añadirá durante el siglo XVI una imagen de la Dolorosa y en este mismo siglo irán apareciendo otras cofradías con procesiones en las que participaban mujeres como penitentes. Hasta el Concilio de Trento no era extraño. Ya en el siglo XV San Vicente Ferrer entró en Segovia con «una compañía de 300 hombres y 200 mujeres», relata Sánchez Herrero. La repercusión que tuvo el santo dominico, que recomendaba la autoflagelación, se encuentra en los orígenes de las primeras cofradías.

«El traje de penitencia (túnica blanca, con la espalda al aire para flagelarse, ceñidor y la caperuza ocultado el rostro debe de ser, al menos, del s. XV», apunta Antonio Cea, antropólogo del CSIC.

Para que cristalizaran estas manifestaciones de piedad popular, hizo falta que la Iglesia recorriera un largo camino hasta la veneración de Cristo no solo como Dios, sino también como hombre que sufrió en la cruz. San Francisco de Asís fue clave en este cambio en la historia de la devoción.

Julio Mayo, experto sevillano en religiosidad popular, señala que fue a partir de la segunda mitad del siglo XVI, tras el Concilio de Trento, cuando se impulsaron las procesiones pasionistas. «Las imágenes salen a la calle para catequizar al pueblo y ganar a mucha gente a la conversión», explica.

La Semana Santa, era «el momento para que el devoto expiara sus pecados realizando una penitencia pública de su carga de conciencia», continúa el historiador y archivero de Los Palacios y Villafranca. Por aquel entonces, añade, «se tenía una conciencia extremada del pecado y la Iglesia estaba presente en todos los rincones del país».

La edad dorada de las cofradías

En el último tercio del siglo XVI y sobre todo en el XVII, al calor del dinero que llega de América, las cofradías vivieron una «efervescencia», relata Mayo. Fue el Siglo de Oro, también para las hermandades. Aparecieron los palios, las flores y las bandas de música en las procesiones. El siglo del Barroco será también el del auge de las cofradías de Jesús Nazareno, según refiere Sánchez Herrero.

Esta gran época para las hermandades de Pasión durará hasta el reinado de Carlos III. El rey ilustrado -«muy devoto y muy cristiano», según el historiador- quiso poner fin a su proliferación desmedida. España contaba por aquel entonces con más de 25.000 cofradías, según el estudio «Cofradías y ciudad en la España del siglo XVIII» de Inmaculada Arias de Saavedra y Miguel Luis López. Carlos III, con apoyo eclesiástico, procedió a una drástica reducción de hermandades de penitencia, prohibió las flagelaciones y ordenó que no salieran de noche, a excepción de la Vera Cruz que tenía un privilegio papal.

Para Sánchez Herrero, el «siglo de las crisis de las cofradías», se extendió desde el reinado de Carlos III hasta la llegada de Alfonso XII en 1874. También en el XX habría momentos de crisis, con la República y la Guerra Civil, y sufrirían turbulencias por el Concilio Vaticano II.

Un prometedor futuro

«Desde finales del s.XX, sobre todo a partir de 1980, hasta hoy han tenido un auge grandísimo», subraya el catedrático emérito de la Universidad de Sevilla. A su juicio, este gran impulso «se está dulcificando, pero aún continúa».

Algunos elementos se mantienen inalterables al paso de los siglos. Es el caso de «las procesiones de penitencia el Jueves y Viernes Santo, el ritual del lavatorio de los pies durante la misa del Jueves, el ritual y teatralización del Descendimiento de la cruz (donde se conserve y a pesar de las prohibiciones eclesiásticas del siglo XVIII) y la procesión del Encuentro en la mañana de Pascua de Resurrección», enumera Antonio Cea. Para el investigador del CSIC, en España se sigue celebrando la Semana Santa con tanta pasión gracias en parte a la categoría artística de las piezas escultóricas. «Su exhibición y la llamada a la devoción que despiertan en los creyentes, y hoy en los turistas, hace que se hayan mantenido tan vigentes hasta hoy», afirma. En su opinión, el «auge de cofrades, desde hace unas décadas, es un fenómeno más social que religioso».

Ser cofrade es «un compromiso con las tradiciones», a juicio de Luis Mayo, que ve en este rebrote «un deseo de recobrar una seña de identidad religiosa y cultural del país». Sánchez Herrero cree, sin embargo, que «si desapareciera la razón religiosa, las cofradías desaparecerían».

En lo que todos coinciden es en vislumbrar un futuro halagüeño para estas manifestaciones de piedad popular. «Será de auge y continuidad por diversas razones, entre otras las comerciales y turísticas», según Antonio Cea.

En Sevilla «si hay algo popular es la Semana Santa», asegura el secretario del Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla, Carlos López Bravo, que recuerda el tropiezo de Podemos. «Para nada» se podrían suprimir las procesiones, «ya se dieron cuenta de que no» , asegura López Bravo. Pablo de Olavide ya lo intentó en el siglo XVIII y fracasó, recuerda Luis Mayo, porque «no calculó el sentir del pueblo y su fuerza».








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