Es una realidad patente que los escándalos siempre son publicados en las portadas de los medios de comunicación, y si aquellos nacen del seno de la Iglesia Católica, más importancia reciben.
En los últimos meses hemos visto como han retirado símbolos de la religión católica son retirados por ser molestos a un edil. Hemos visto como han intentado retirar a nuestro custodio del consistorio del que es protector. Hemos visto plataformas para expropiar una catedral a su dueño, no porque falte a la legalidad su propiedad, sino porque su dueño no es el que quieren para tal monumento. Hemos visto hermanos mayores que se creen presidentes prescindiendo de capataces, como si de un trabajador fuera. Hemos visto como en Sevilla un hermano mayor no dimite ante los escándalos que suscita, y como asesinan a un vicario sin que el hecho sea considerado extraordinario. Hemos visto como retiran un Vía Crucis por considerarlo ofensivo, cuando yo no pido que cierren una mezquita cuando podría serlo para mí. Y estoy harto.
Sí, señores, estoy harto de cómo arremeten contra nuestra religión y nadie hace nada. Estoy harto de ver como desde el mismo seno de nuestra religión se fomenta la crítica y el escándalo por carecer de una actitud cristiana. Y estoy más que harto de ver como nadie hace nada ante tales atropellos. No estamos en una época donde ser cristiano sea fácil, y no esperemos un gracias por los actos caritativos y por la labor social porque es nuestro deber como católicos llevarlos a término.
Lo que tendríamos que hacer de una puñetera vez es unirnos para hacernos fuertes ante quienes nos humillan, unirnos para defendernos de quienes nos ven como una plaga a exterminar. No es tiempo de mirar hacia otro lado es tiempo de actuar y tomar conciencia de quienes somos, de darnos cuenta de que no podemos hacer lo que nos venga en gana por ser hermanos mayores, porque los hermanos mayores son representantes de la Iglesia Católica tanto como lo es un sacerdote. Tenemos que ser humildes y ante el escándalo, por muy pequeño que sea dimitir. Y sentirnos humillados cuando arremeten contra un obispo, un cura, un Crucifijo o una imagen de Nuestra Madre María, porque no es una cosa ajena a nosotros, es lo que nos representa, y nosotros somos tan miembros de la Iglesia como lo es la jerarquía eclesiástica, con toda su responsabilidad. No es labor de los sacerdotes evangelizar, no es la labor de Cáritas ayudar a los desfavorecidos. Es nuestra, como miembros de esa Iglesia de la que presumiblemente nos avergonzamos.
No somos católicos por ir a misa de regla de nuestra hermandad o los domingos quien más cumple. No somos católicos por ser miembros de una hermandad o por ocupar un cargo en una Junta. Somos católicos por hacer lo que debe ser seña de un cristiano. No nos podemos permitir en estos tiempos, que vengan de fuera a darnos lecciones acerca de cómo debemos ser. ¿Cómo vamos a defendernos de los ataques si somos los primeros en criticar a los sacerdotes, en comportarnos como caciques dentro de nuestras hermandades, en no ayudar al que lo necesita, y sin cumplir con una obligación tan escueta cómo santificar el domingo acordándonos del Señor en la eucaristía? ¿Cómo nos vamos a defender si somos los que más hacemos por hundir la imagen de nuestra religión?
Y es que me avergüenzo de ver como nadie hace nada, como no nos sentimos miembros de lo que deberíamos defender con nuestra sangre. Me avergüenzo de ver cómo nos masacran en Oriente, y nos humillan en occidente y que no le hagamos caso por ser más importante saber que banda va detrás de tal Cristo o si al torero de turno le da por ser hermano mayor.
Tomemos conciencia de quiénes somos y no frivolicemos con los atentados que estamos sufriendo. Porque si ser católico en España es ir a misa a unos cultos para cumplir, salir de nazareno en una hermandad por postureo, ser costalero por afición, liarse un rosario en la mano porque queda bonito, y no mirar ni al pobre, juzgar al atribulado, no saber contestar, ni cuando hay que arrodillarse en misa, lo siento pero no sois católicos. Católico no es un estado civil, es una condición que se demuestra con obras, de las que desgraciadamente no hacemos, y yo el primero.
Tomemos conciencia, no sea que cuando nos prohíban hacer profesión pública de nuestra fe por medio de las procesiones por ser ofensivo a cierto sector religioso o político, digamos que no es de justicia. Porque para mí, lo que no es de justicia es que existan quienes digan que son católicos y no se les revuelvan las entrañas cuando matan a nuestros hermanos fuera de nuestras fronteras, o cuando no miramos al pobre por asco, o hacemos caso omiso a las noticias que nos dicen como quitan nuestros símbolos de nuestras ciudades.
No busquemos pues explicaciones fuera, porque las tenemos dentro de nosotros. Os lo dice un católico avergonzado.
Antonio Maya Velázquez