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sábado, 22 de agosto de 2015

La Espada de Damocles: El enemigo está dentro


Los católicos -no digo cofrades que eso no es lo mismo-, tenemos cierta obligación en lo que respecta la defensa y promoción de nuestra fe. A mí me enseñaron, como a casi todos, a no avergonzarme de ser católico, pero, si en siglos pasados había razones para arremeter contra la jerarquía eclesiástica, ahora, las tornas han cambiado a la inversa. Muchas veces he criticado la doble moral de nosotros los católicos, y ya, no nombro ni la de los cofrades, porque sería tirar piedras sobre nuestro tejado. Estamos en una época en la que parece todo muy claro debido a los múltiples accesos que tenemos a la información, y a la vez estamos en una época de dónde cuesta acceder a la verdad ante la multitud de noticias tergiversadas que tienen como punto fuerte la ridiculización de nuestra religión.


Nadie puede negar la veracidad de los abusos perpetrados por miembros concretos de la iglesia que han visto la luz hasta día de hoy, pero seguro que si pregunto a ustedes lectores, cuantos conocen a un cura de esa calaña, los que respondan un sí, representarían un porcentaje de un 1%, si es que alguno contesta sí. Este dato no es excusa ante tales comportamientos, pero decir que la Iglesia y todos sus miembros son pederastas es como tirar una cosecha entera por encontrar un fruto podrido. Decir que la Iglesia es rica por poseer un gran patrimonio del que no es dueño, sino usufructuario, es como decir que mi vecino es rico porque tiene un palacio lleno de obras de arte, que no puede vender, teniendo la cuenta corriente a cero. Criticar a la Iglesia por no pagar el IBI, cuando ningún partido político, ONG, o sindicato paga, yo lo llamo sectarismo. O decir yo creo en Jesús y no en la Iglesia, seguido de a mi no me hace falta cura para confesarme, cuando sí que lo queremos para que me case y bautice a mis hijos, es lo que yo llamo demagogia sin fundamento. Si no quieres un cura para confesarte, tampoco lo quieras para tu boda ni para el bautizo de tus hijos, bautízalos tú en una palangana en tu casa y cásate en tu patio, pero a la iglesia no vayas a por la foto.

Y es que el problema que tenemos es que estas afirmaciones vienen desde dentro del mismo seno de la Iglesia, las dicen hermanos mayores, fiscales y diputados mayores de gobierno, ¡y después nos quejamos cuando arremeten contra las cofradías! Pues a lo mejor, al final, va a ser que van a tener razón los de fuera, cuando dicen que esto es una farsa. Y lo malo es que en cierto modo no les falta razón, ¿cómo no nos van a criticar si los que tenemos dobles morales somos los cofrades, los católicos?

Siempre decimos que es de buen cristiano ayudar a los hermanos, sí, ¿pero a qué hermanos? ¿Acaso damos limosna al que pide en la puerta de nuestra iglesia cuando entramos a nuestros cultos con la cartera bien aprovisionada para las cervecitas/cena de después? Dice también la iglesia que no juzguemos y seamos humildes pero… ¿Acaso no juzgamos al humilde que tenemos a dos bancos de distancia con mirada altiva y nuestro cuerpo trajeado al ir a la misa de regla? ¿O miento si digo que no nos enojamos cuando alguien de nuestra hermandad opina en contra de nuestras ideas? ¿Cómo podemos enfadarnos si a la mínima de cambio cesamos en su puesto al que nos cae mal o es contrario a lo que piensa otro? ¿Cómo podemos enfadarnos cuando los jóvenes se quejan de ser pasados por alto, si no les hacemos el más mínimo caso por creerlos inexpertos? ¿Cómo podemos criticar al que no da limosna, si somos nosotros a los que más trabajo nos cuesta soltar el dinero para el obispado o para fines sociales? ¿Cómo podemos quejarnos de que el obispado no da ayudas para arreglar las goteras de mi parroquia cuando preferimos pagar una parihuela o un paso nuevo a colaborar con la parroquia que da cobijo a nuestros titulares? ¿Cómo podemos quejarnos de las críticas hacia las cofradías si sólo pensamos en engrosar de enseres nuestros cortejos y no de catecismo nuestras cabezas? ¿Cómo podemos alzar la voz en contra del despropósito si hay hermandades que cambian de paso tanto como de junta y que no dan para ayuda social porque no pueden pagar la talla del paso? Todo esto se llama hipocresía. Y me duele ver cofrades más preocupados del futuro diseño de un palio que de nuestros hermanos masacrados en oriente.

No somos ejemplo de nada Señores, de nada, le hemos extirpado el sentido a las cofradías para hacer peñas que compiten en concursos de: “a ver quien tiene el paso más bonito, a ver quien tiene mejor bordado, o a ver quién pone más velas en el altar de cultos”. ¡Qué no! Que no tenemos razón, que las cofradías no están para sacar una imagen a la calle, están para hacer hermanos, para ayudar al que no puede tirar pa’ adelante, para dar comida al hambriento, para socorrer al indefenso, para enseñar a rezar a quien no reza o no sabe, para motivar al ateillo, para concienciar que el único Cristo que salva y escucha es el del Sagrario, y no al que vestimos de tisú y terciopelo. Y para inculcar que a mi Cristo le importa más que vayas TODOS los Domingos a misa que la corbata que te pongas para ir a misa de regla.

Seamos conscientes de lo que estamos haciendo y de a dónde nos llevan nuestras acciones, porque llegará el día en que no nos queden pruebas para defendernos, ni testigos que nos defiendan, porque si me preguntan para qué sirven ahora las cofradías, puede que no encuentre razones para esgrimir mi respuesta. Cuando una hermandad, pierde sus raíces, su historia, sus tradiciones o los fines para los que fue creada, deja de ser una hermandad para ser una peña de amigos que sacan una estatua sin sentido a la calle.

Antonio Maya Velázquez










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