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martes, 20 de octubre de 2015

De trama simple: Días tristes para las Esperanzas


Días tristes para los cofrades cordobeses. Días de ilusiones truncadas, de Esperanzas rotas por la siempre inoportuna lluvia que aunque muy beneficiosa para la vida, es cuando menos incomoda para cualquier acto cofrade. 

Este pasado fin de semana, decidieron que no era el día de pisar las calles. Decidieron que se les rindiera culto en el lugar que siempre habitan, aquel al que pueden acudir los fieles siempre, sin necesidad de ser aniversario, ni tiempo de cuaresma.

No fueron ellas," las Esperanzas", las que visitaron al pueblo, sino que esperaron a que sus leales fieles llegaran hasta sus pies para trasmitirles rezos y plegarias. Ambas, nunca perturbadas por el gris del cielo, ni por los caprichos, ni designios humanos, porque la voluntad de Dios es siempre mayor que la del hombre, lucían llenas de esplendor y realeza. 

Ambas, allí en sus templos, para el deleite de los sentidos. Una en San Andrés, preciosa imagen morena con una saya carmesí, entronizada en su itinerante altar. Junto a ella su moreno hijo, en su dorado paso y con marfil vestidura, contemplándola de cerca. No lejos ni en tiempo, tan solo horas después, ni en distancia, en la cercana plaza de Capuchinos, su hermana, sobre humilde parihuela rodeada de blancura y observada desde su camarín por su hijo con blanca túnica.

Imágenes parecidas, pues iguales manos les dieron forma, misma mente creadora de devociones, mismo autor tocado por la gracia de nuestro Padre, que cedió sus obras a esta bendita tierra, a este su pueblo, a esta su ciudad, la cual aún le debe mucho. Imagines culmen de su obra, pues no hablo de arte sino de Fe y es que entre ellas, con sus diferentes advocaciones y  bajo sus distintas representaciones, se encierran muchos de los sentimientos y rezos de miles de Cordobeses que les rinden culto y devoción. Y es que mientras su presencia invite al rezo y mientras un alma humilde que llegue a sus pies se vea reconfortada por su presencia, seguirán creciendo en ella. Una devoción que no entiende de poder, que supera a la política, a los hechos, a los actos. Una devoción y una tradición que llegará más allá de los aniversarios y de los años. Una devoción, que no entiende de miserias humanas.

Llegarán días de reflexión, de comentarios, de opinión o crítica, pero hoy sólo nos queda la pena por no verlas por nuestras calles y el orgullo de ver a sus leales fieles en sus casas para engrandecerlas y venerarlas.


Manuel Orozco Estrada












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