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miércoles, 28 de octubre de 2015

El cáliz de Claudio: De mármol a mármol


Cualquiera que se haya metido debajo de un paso y supere los treinta años ya se hará una idea del sabor que lleva este cáliz. Tal vez, no sea más que nostalgia, pero una melancolía descarnada de idealismo para entender que cualquier tiempo pasado fue mejor en lo que fue y peor en otros aspectos.

Para ponerles en antecedentes, por si hay quien no lo sabe, salir de costalero de mármol a mármol, no era otra cosa que no contar con relevos y pasar a pulmón una salida procesional completa. Se levantaba en el suelo de la Iglesia y se arriaba una vez de vuelta. Palmo a palmo de cada calle, había chicotás que eran una auténtica elegía al amor propio, una epístola a uno mismo para releer cuando vinieran tiempos mejores.

Ahora, al hablar con algunos capataces, te recuerdan como, quizá, se eche en falta algo de aquella capacidad de sacrificio. Aquellos años en que había cuadrillas que iban a "echar una mano" a otras que aun iban más cortinas que la tuya. Aquellos años en que había ensayos dentro de la iglesia no por el tiempo, sino porque no había gente suficiente para salir a la calle. Aquellos años en que éramos treinta o cuarenta en el mejor de los casos para la salida.

Recuerdo desde mi zanco de la trasera ver las trabajaderas sólo con los costeros y el corriente. Recuerdo el temblor en las rodillas y la imagen que interiorizaba para poder seguir adelante cuando ya no tenía más a que aferrarse. Ahora los miró con sus costales "extravagantes", su ropa bien hecha, nada de felpa por costal y me hace gracia pensar en toda la tinta que fue derramada.

Sé bien que puede que falte capacidad de sacrificio y, tal vez, si vuelven las vacas flacas se verán las carencias físicas, aunque otras (como la de la falta de nazarenos) están y no parece que interesen tanto como las que se visten con la arpillera.

Blas Jesús Muñoz 





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