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sábado, 14 de noviembre de 2015

Enfoque: Estamos en guerra


Blas Jesús Muñoz. Mantengo una imagen que nunca me abandonará mientras tenga uso de razón. En la sala de estar le preguntaba a mi abuelo cómo fue la guerra, la que él vivió en primera persona. Su respuesta fue contundente: "ojalá tú no tengas que vivir algo así". Pregunté y pregunté, pero ya no hubo respuesta. Mi abuelo era republicano y por las circunstancias, así como por lo que quería defender luchó a sabiendas de que, a esas alturas del conflicto (esto lo supe después), solo le restaba morir o salir con unas heridas que no solo se le incrustaron con su metralla en la carne, sino que perdurarían para siempre.

Nunca creí que vería una guerra en la puerta de mi casa y, durante algún tiempo, viví feliz en mi inconsciencia. Aunque en mi país se libraba una que iniciaron algunos españoles del norte (como diría Calamaro) y que duró y dolió a demasiadas víctimas. Más tarde pude observar con pavor lo que ocurrió en Madrid, que no era distinto a la cotidianidad de cualquier parte del mundo, lo que sucedía es que ahora nos pillaba en casa.

Cuando el mundo se globalizó no solo lo hizo en lo económico, sino que el campo de batalla ahora es el planeta. Y, lo sucedido en Francia, es parte de esa guerra, una batalla brutal contra civiles indefensos, usando la religión como la mayor de las abominaciones que jamás pude imaginar. La guerra lleva planteada desde hace bastante y hemos querido mirar para otro lado porque creíamos que jamás nos afectaría y, sin embargo, cada vez está más cerca.

Es el futuro de nuestros hijos el que está en juego. Es una concepción del mundo libre -aunque sea súmamente imperfecto- contra el terror más absoluto. No podría imaginar dentro de veinte años a mi hijo en una discoteca y que le pasara algo así. ¿Saben que les digo? No tendrían lugar en la tierra para esconderse, por más que actuara en contra de mis creencias profundas y supiera que mi Dios, el que se encarnó, trajo un mensaje tan grande como el amor y al que a algunos parece molestarle tanto, me condenaría por tales acciones. Ahora comienzo a entender aquella respuesta. Estamos en guerra, no se engañen.

Como verán no he hablado de cofradías. O, tal vez, haya algo en el sustrato, ustedes deciden.










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