Redacción. María Santísima de la Encarnación es una de las bellezas insustituibles y genuinas de nuestra Semana Santa, la dolorosa que nació de la gubia de Luís Álvarez Duarte y un día llegó al corazón del Cerro para quedarse y sembrar en las entrañas de Córdoba el Amor verdadero de su Hijo, el que se encarna en el espíritu de la humanidad en los momentos en que más se le necesita. Nuestro compañero Antonio Poyato acudió a su serena mirada, enlutada como símbolo de la realidad que se haya dramáticamente instaurada en nuestra cotidianidad, para encontrar en su maternal caricia la redención del ser humano que se empecina en separarse del camino de Dios.