Que contrariedad, la ciudad de amor manchada de sangre a causa del odio. Un odio que avalan algunos bajo el nombre de Dios.
Hace tiempo escribí un artículo que llevaba el título "Matar en nombre de Dios" o algo parecido, y parece ser que se va a tener que seguir escribiendo sobre ello, aunque quiero decir que no se debe ir contra nadie, ni siquiera contra un país, si no contra cualquier acto que huela a guerra.
Qué lástima que el nombre de Dios se vea envuelto en tales acontecimientos. Los asesinos, y lo son porque han matado a bocajarro a inocentes, gritaban "Alá es grande", y no les faltaba razón, Dios es grande, pero señores, es grande es amor, no grande para matar.
Estamos envueltos en una guerra de la que no hay vuelta atrás. ¿Qué vamos hacer? ¿Qué lleva a estos jóvenes a matar en nombre de Dios? ¿En qué momento de la historia nos encontramos? No tengo respuestas a estas preguntas, pero sí una afirmación: ninguna guerra es una religión, ni se hace por ella.
Ahora más que nunca los cristianos debemos ser ejemplo de ese amor que predica el Señor. Más que nunca no nos debemos dejar avasallar por aquellos que quieren manchar con sangre el amor puro de Dios. Ahora más que nunca debemos ser conscientes de nuestra identidad, de nuestra obligación y de nuestro legado.
Raquel Medina
Recordatorio Sendero de Sueños: La Fe de los jóvenes