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lunes, 7 de diciembre de 2015

El Dogma de la Inmaculada Concepción en Andalucía. Parte I


Maculistas e Inmaculistas


La Inmaculada Concepción es un Dogma de la Iglesia Católica Romana que mantiene que la Virgen María desde el primer instante de su creación, de su concepción, su alma estuvo libre del pecado original que tienen todos los nacidos, en virtud del pecado cometido por la primera Eva. Este dogma no debe confundirse con el de la Virginidad de María, que mantiene que Jesucristo nació de una madre Virgen, y que esta permaneció Virgen antes, durante y después del parto.

Como la base de este dogma no tiene fundamentos evangélicos algunos y su origen está en la divinización progresiva que a lo largo de los siglos obtuvo la figura de la Madre de Jesús, la creencia en él tampoco fue constante.

Es más no fue dogma de fe de obligada creencia en la doctrina católica hasta que el papa Pío IX, concretamente en 1854, hace solamente 160 años, mediante la bula Ineffabilis Deus [1], lo declaró como tal.

Hasta ese momento la creencia en la Inmaculada Concepción de la Virgen suscitó enormes polémicas teológicas entre distintos pensadores, entre papas, y entre órdenes religiosas de diferente cuño. Pero la polémica no quedó en cuestiones para eruditos. En absoluto. La polémica traspasó a todos los creyentes, y en su defensa participó activamente la religiosidad popular.

Andalucía, en la que tan importante ha sido el papel de esa religiosidad popular, será escenario en el contundente Siglo de Oro de esta polémica concepcionista. Como la creencia en la Inmaculada Concepción no era un dogma, es decir, no era de obligado cumplimiento para los creyentes creer o no creer en él, muchos religiosos alentaban a los fieles a tomar postura a favor de una u otra: los maculistas, que no creían en tal cosa; y los inmaculistas, que defendieron su creencia hasta la saciedad.

En Andalucía, al menos la cuestión se decantará finalmente, anticipándose más de doscientos años a la propia Iglesia, a favor de la defensa en su creencia. Digamos, que ganaron los inmaculistas. De cómo debió ser aquel debate tenemos varios ejemplos. En este trabajo analizo dos, que por significativos y conocidos, exponen tal sentimiento. Los ocurridos en Sevilla a partir del año 1613 y los que en Granada sucedieron en el año 1640.

Son un ejemplo de cómo se desarrollaba en el Siglo de Oro la vida cotidiana de los andaluces, en relación a temas relacionados con la religión, la fiesta, la fe, las creencias, y en suma, la religiosidad popular. Este capítulo se inserta en una historia de las mentalidades propia del Barroco en Andalucía y que tanto ha contribuido en la forja de la identidad colectiva posterior de nuestra tierra.

Inmaculada de Bartolomé Esteban Pérez Murillo


Historia de una polémica.

Para muchos la creencia en la Inmaculada Concepción de María era una leyenda sin fundamento alguno y sin razón de ser. En el siglo XII se estableció su fiesta el 8 de diciembre, fecha no casual, pues resulta ser 9 meses antes de la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora (8 de septiembre). San Bernardo de Claraval protestó contra ello [2].

La Iglesia titubeó en el tema pero en la tercera década del siglo XIII estableció la misa en este día. En este debate va a intervenir Santo Tomás de Aquino defensor de la doctrina santificacio in utero, que absolvía pero no libraba a María del pecado original. Esta teoría va a ser defendida en adelante por los dominicos [3], y como veremos cuatro siglos después en los sucesos de Sevilla, será esta orden la protagonista.

Duns Scoto, en el campo contrario, asume la defensa de la Inmaculada Concepción, que la Virgen había sido preservada del pecado desde el mismo instante de su concepción [4]. Serán los franciscanos los que defenderán esta postura durante mucho tiempo. Por cierto que en el trasfondo de la cuestión, el tema de la Inmaculada Concepción no es más que otra de las polémicas que enfrentó durante siglos a ambas órdenes, a la de predicadores y a la de San Francisco. Más tarde ya en el siglo XVI, la pujante orden jesuita se aliará del lado inmaculista y junto a los franciscanos, harán frente común contra los dominicos.

El conflicto entre partidarios y detractores persistió durante los siglos XIV y XV, en la cual Roma se mantuvo al margen, hasta que Sixto IV (franciscano), publicó la constitución Cum praeexcelsa, en la que se estableció un oficio y una misa de la festividad (1477) y la constitución Grave nimis (1483) en la se asumía en la práctica toda la doctrina elaborada hasta entonces [5]. Pero el dogma siguió sin definirse como tal.

Las universidades europeas fueron defensoras de la devoción a la Inmaculada Concepción. La primera en proclamarlo fue la Universidad de Colonia en 1449. Más tarde la Sorbona de París en 1497, la de Maguncia en 1500, y la de Viena en 1501. En España la Universidad de Valencia fue la primera en hacerlo en 1530[6]. Veremos más adelante el caso de Granada. Es curioso observar en este aspecto como la defensa inmaculista va tomando fuerza en todos los sectores de la sociedad. El dato de que los ámbitos académicos, las universidades, procedan a su defensa es significativo. Aunque las universidades no eran en absoluto laicas, porque nada en esa sociedad lo era, no deja de llamar la atención en que asumir esta postura debía ser especialmente distintivo.

El Renacimiento no hizo sino aumentar las polémicas, y ahora se buscarán argumentos a favor o en contra. Lutero y los reformadores protestantes se manifestaron totalmente en contra de la definición de la Inmaculada Concepción [7]. Este fue a la postre, el hecho por el cual en el lado católico triunfó la afirmación inmaculista. El Concilio de Trento creará toda una nueva teología, que si bien está basada en la propia tradición católica, sí es cierto que será una teología y una doctrina opuestas a los protestantes.

Pero entre los católicos seguía la discusión. Pío V, dominico, en 1570, se vio obligado a prohibir los altercados en los sermones sobre la cuestión inmaculista [8].

Los dominicos defenderán por siglos la postura maculista, en su afán por defender hasta el último detalle la doctrina de Santo Tomás de Aquino, que por otra parte “no estaba muy clara en cuanto a la Concepción Inmaculada de María. Si en algunos pasajes la impugna, en otros duda, y deja la puerta abierta a otras posibles soluciones” [9].

Inmaculada de Ribera


La Celebración de la Inmaculada Concepción en España

Si podemos definir de alguna manera a España, será por su postura inmaculista, y fue aquí donde el tema llegó tener mayor resonancia. No hay que hablar aquí, pero sí citar, el fuerte catolicismo que España manifestará a nivel oficial (la monarquía española) en un momento (siglos XVI y XVII) en los que España es centro de decisiones para todo el mundo. Pero pese a esto, como veremos más adelante en el interior de la propia España también hubo polémicas y disputas sobre el asunto que nos ocupa.

En cuanto a la fiesta, esta se celebraba ya en 1273 en Santiago de Compostela y en Barcelona desde 1281. El concilio de la provincia compostelana celebrado en Salamanca en 1310 especificó que se celebrara en toda ella “solemne fiesta de la Concepción de la bienaventurada y gloriosa Virgen, el 8 de diciembre” [10].

En Andalucía se celebra en Córdoba ya en 1350 y en Sevilla, aunque tal vez existiera desde antes, se instituyó en 1369 [11]. En todas las iglesias peninsulares se generalizó el culto a la Inmaculada a lo largo del siglo XV, de tal forma que a comienzos de la Edad Moderna los reinos hispánicos participarán de modo activo en la secular polémica encabezada por los dominicos (maculistas) y los franciscanos (inmaculistas). Los Reyes Católicos [12] defendieron la postura inmaculista con la institución en Sevilla de una función solemne y Octava, y solicitando del papa Juan II privilegios litúrgicos en la celebración.

Pero en el siglo XVI la polémica no había hecho más que esbozarse. El siglo siguiente verá como esta se aviva y como finalmente se decanta del lado inmaculista. Hasta tal punto en España podemos hablar de “triunfo inmaculista”, que la actual patrona de España no es otra que La Inmaculada Concepción.

Inmaculada de Valdés Leal


La importancia de Granada en la defensa inmaculista

Granada va a jugar un importantísimo papel en la decantación final hacia las posturas inmaculistas. ¿Por qué en Granada? Granada y su reino habían sido los últimos en ser sometidos del lado cristiano en la empresa reconquistadora y había entrado en la Modernidad con una población mixta, donde conviven los cristianos y los antiguos musulmanes, supuestamente convertidos, los moriscos, pero que mantienen durante un siglo más sus costumbres y religión, hasta que finalmente son expulsados del reino en los años que siguen a 1570, tras la Guerra de las Alpujarras. Granada era un reino “nuevo”, que necesitaba fundar una historia y adscribirse a un pasado “cristiano” anterior a la dominación musulmana. Granada había sido cristiana antes que musulmana, y los vencedores son cristianos y tienen que justificar ese pasado remoto.

Es justo en este momento cuando aparecen en el Sacromonte varios escritos, supuestamente del siglo I, donde se defendía la Concepción Inmaculada de la Virgen. No entraré ahora en la discusión sobre la veracidad de tales documentos de los que tanto se ha escrito. Evidentemente esos textos tratan de buscar justificaciones históricas a una necesidad coyuntural del momento en que aparecieron.

Los llamados “libros plúmbeos” sacromontanos fueron el empuje definitivo para refrendar el culto inmaculista entre los granadinos, pero su mayor trascendencia iba a ser su proyección al exterior [13]. Don Pedro de Castro, el arzobispo de Granada, se convertirá en apasionado defensor de los descubrimientos de Valparaíso y desde entonces tomará partido de forma activa por la causa inmaculista, y máxime cuando sea trasladado a la sede hispalense en 1610.

El tema sacromontano (granadino) fue pues, la causa de la exacerbada polémica del siglo XVII, que va a traspasar los ámbitos teológicos, por supuesto también los institucionales, para llegar a convertirse en una cuestión de religiosidad popular, insertada, lógicamente, en la mentalidad de la época.

Virgen de la Concepción de Granada


Sevilla, 1613

Como hemos visto, Sevilla tenía ya una honda tradición de devoción inmaculista, pero ahora va a ser escenario de una gran “explosión concepcionista” [14]. Así nos dice Antonio Domínguez Ortiz: “He usado la palabra explosión y no creo que sea exagerada, porque la devoción a la Inmaculada Concepción de María, que ya venía gestándose de tiempo atrás, adquirió en el segundo decenio de aquel siglo caracteres de auténtica conmoción popular, incluso con problemas de orden público”.

Don Pedro de Castro, ya en la sede hispalense, apoyado en la autoridad de los libros plúmbeos del Sacromonte, aprovechó el momento para desencadenar contra los dominicos lo que Kendrik llama The Marian war, la guerra mariana [15].

En 1613, el 8 de septiembre, en el Convento dominico de Regina Angelorum, el prior predicó tener ciertas dudas sobre la concepción sin mancha de María, la opinión generalizada en su orden. Los predicadores dominicos se negaban a comenzar los sermones con la invocación que ya empezaba a generalizarse [16], el Ave María Purísima.

En este convento existía desde el siglo XVI una cofradía intitulada del Santo Crucifijo e Inmaculada Concepción de María formada por hermanos del estamento nobiliar y que hacía estación de penitencia a la Catedral la tarde del Jueves Santo. Hemos de imaginar el desconcierto de estos cofrades al oír desde el púlpito de su sede canónica que era cuestionable tal atributo de la Virgen. De sobra es conocida la prepotencia de los nobles en la ciudad, por lo que no es de extrañar que unidos al clamor popular contra esta actitud de los dominicos, iniciaran esta explosión de desagravio que le afectaba a su propia condición jurídico-social y creencias y apoyara con su influyente peso todas las celebraciones que se llevaron a cabo y las instancias llevadas a Roma en pro del Dogma, junto a los eclesiásticos [17].

Los jesuitas, los franciscanos y otras órdenes, apoyados por la autoridad del arzobispo, impulsaron una frenética reacción popular [18]. Vemos ya, como el asunto es totalmente una cuestión de religiosidad popular más que de discusión teológica. Se organizaron numerosos actos de desagravio como novenas, procesiones, manifestaciones, juramentos de fidelidad. El pueblo tomó en seguida partido a favor de la Inmaculada y en contra de los frailes de Santo Domingo, que se quedaron solos en sus planteamientos, pues las demás órdenes se les opusieron e incluso alentaron al pueblo en su contra. Los sevillanos intervinieron activamente en esta cuestión teológica, pues ellos la sentían como algo propio, muy suyo.

Desde la fecha del referido incidente la ciudad vivió unas jornadas de desbordante fervor mariano. Diariamente se veían salir del convento de San Diego de Alcalá, convento franciscano y foco principal de este movimiento, procesiones de desagravio, largos cortejos de fieles precedidos por un fraile que portaba un estandarte con la efigie de María (Simpecados). Recorrían las calles de la ciudad cantando alabanzas a María y atrayendo con su fervor a muchas personas que, presenciando el cortejo, se animaban a incorporarse a él. El fraile que los presidía era Fray Juan de Prado quien con Fray Francisco de Santiago, el canónigo Mateo Vázquez de Leca y Bernardo del Toro fueron quienes más influyeron espiritualmente, incluso con su esfuerzo personal en la propagación de este fervor concepcionista [19].

Se hicieron populares las coplas y versos que se dedicaban en defensa de la Inmaculada. Se organizó un concurso poético con el fin de premiar las mejores. Se dieron a conocer las compuestas por encargo de la Hermandad del Silencio a Miguel Cid, y que se hicieron enormemente populares desde entonces [20]:

Aunque no quiera Molina
ni los frailes de Regina,
ni su padre provincial,
todo el mundo en general
a voces, Reina Escogida,
diga que sois concebida
sin pecado original.


Una vez que había surgido y desarrollado con tal fuerza este movimiento concepcionista se pensó en las altas esferas eclesiásticas de la ciudad junto con los sacerdotes antes nombrados en enviar una delegación del Cabildo Catedral a Roma y pedir asimismo a Felipe III en esta causa, tan afecta a la Corona. El objeto principal era solicitar del Papa una confirmación explícita de la Inmaculada Concepción, que desautorizara a los maculistas (dominicos) e incluso la definición del Dogma. 

Esta embajada fue presidida por Vázquez de Leca [21], Bernardo de Toro y Fray Francisco de Santiago, y avalada con un informe del arzobispo Don Pedro de Castro de fecha de 28 de julio de 1615, donde se retrata el apasionamiento que reinaba entonces en Sevilla. Achacaba el infome toda la culpa a los dominicos y negaba que hubieran sido maltratados. Lo que el pueblo fiel hace es todo loable: misas, sermones, octavas. “Comenzaron a salir de noche cantando coplas. Prohibióseles salir de noche. Juntóse gran multitud de gentes cantándolas por las calles con mucha música sin ofensa de nadie. Y han hecho algunas con mucho acompañamiento de la nobleza eclesiástica y secular e innumerable pueblo, tanto que no se cree si no se ve. Con la misma devoción han puesto por la ciudad rótulos que dicen: “María sin pecado original”. Casi no hay lugar donde no esté puesto” [22].

Vázquez de Leca, Bernardo del Toro y Miguel Cid eran cofrades de una gran hermandad, pionera en la ciudad de la causa concepcionista: la de Nuestro Padre Jesús Nazareno (el Silencio), que con su hermano mayor Tomás Pérez al frente juró defender el Misterio con voto de sangre, como consta en el acta del cabildo en donde tuvo lugar el acuerdo solemne de fecha 23 de septiembre de 1615, dos años después de que se desencadenara la cuestión [23].

A su ejemplo todas las demás hermandades y cofradías realizaron este juramento junto con pomposas funciones en honor de Nuestra Señora. Muy curioso y significativo fue el caso de la hermandad de Nuestra Señora de los Ángeles (llamada de los Negritos, pero estar formada exclusivamente por personas de esta raza) en la que dos de sus principales oficiales, el hermano mayor Molina y el alcalde Pedro Moreno (negros) decidieron venderse como esclavos para que la hermandad, pobre de recursos pudiera costear una solemne función a la Inmaculada. El episodio causó una fuerte impresión en Sevilla [24]. Como vemos religiosidad popular llevada a todos sus extremos, en el que incluso participan minorías raciales, abundantes por entonces en Sevilla.

En 1616 la práctica totalidad de las cofradías se suman a la solemnísima procesión de desagravio que condujo a la imagen de la Concepción de Regina (sin duda la imagen más significativa por la ya expuesto) al convento de San Francisco para allí celebrar solemne Triduo en su honor. Junto a ellas, las autoridades en pleno, lógicamente, y un notabilísimo concurso de público.

Fruto de la embajada sevillana destacada en Roma, en octubre de 1617 se recibió la bula de Paulo V, y las calles de Sevilla fueron una auténtica fiesta, desbordándose el entusiasmo, con repique, luminaria, corridas de toros y otros festejos [25]. La bula, si bien no define el dogma de la Inmaculada Concepción, sí concede plena libertad para seguir con la devoción. A los maculistas se les prohíbe exponer sus ideas en público, aunque no las condena. Para el pueblo constituía una enorme alegría que el papa confirmase lo que ellos habían proclamado con tanto ardor [26].

Con este Breve concluye lo que se podría denominar como el fenómeno concepcionista en su fase inicial, la más álgida y la que da sentido a todos los acontecimientos posteriores: la apertura de la recta final de cara al Dogma. Como dice Serrano y Ortega [27]: “No paró… el fervor y el entusiasmo del pueblo en sólo las ruidosas procesiones y fiestas religiosas que se efectuaron, sino que de todo ello nació un pensamiento sublime, de gran trascendencia e importancia para la causa en defensa de Nuestra Señora” [28].

La contradicción ya sólo la mantendrían algunos tenaces aislados. Desde hacía tiempo, gubias y pinceles trabajaban en representar de manera plástica una devoción tan arraigada en el pueblo sevillano y que tanta influencia tuvo en el arte de la época [29]. El arte como expresión de la historia.

Los dominicos de ahora en adelante, fomentarán con mayor calor su tradicional devoción al rosario, otro capítulo de la religiosidad popular andaluza, que no es ámbito del tema de este trabajo.


BIBLIOGRAFÍA.

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Referencias

[1] CORTÉS PEÑA, A.L., Religión y Política durante el Antiguo Régimen, Universidad de Granada, Granada, 2001, pág. 103.
[2] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 104.
[3] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 104.
[4] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 105.
[5] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 105.
[6] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 105.
[7] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 106.
[8] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 106.
[9] Cfr. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., Historia de Sevilla, La Sevilla del siglo XVII, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1984, pág. 238.
[10] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 107, que cita a  FRÍAS, Lesmes, Antigüedad de la fiesta de la Inmaculada Concepción en las Iglesias de España, Miscelánea Comillas, 1954, XX, pág. 37.
[11] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 107, que cita a  FRÍAS, Lesmes, Íbidem, págs. 47 y 48.
[12] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 107. Vemos como otra institución, en este caso la monarquía se manifiesta también a la defensa inmaculista.
[13] Cfr. CORTÉS PEÑA. A.L., ob. cit., pág. 109.
[14] Cfr. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., ob. cit., pág. 237.
[15] Cfr. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., ob. cit., pág. 238.
[16] Cfr. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., ob. cit., pág. 238; Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 112; Cfr. ROMERO MENSAQUE, C.J., La Semana Santa en la Sevilla del Barroco, en Semana Santa en Sevilla, Sangre, Luz y Sentir Popular, Gemisa Ediciones, Sevilla, 1986, pág. 84.
[17] Cfr. ROMERO MENSAQUE, C.J., ob. cit., pág. 85.
[18] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 112.
[19] Cfr. ROMERO MENSAQUE, C.J., ob. cit., pág. 85.
[20] Cfr. ROMERO MENSAQUE, C.J., ob. cit., pág. 86.
[21] Cfr. ROMERO MENSAQUE, C.J., ob. cit., pág. 86.
[22] Cfr. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., ob. cit., pág. 239.
[23] Cfr. ROMERO MENSAQUE, C.J., ob. cit., pág. 86.
[24] Cfr. ROMERO MENSAQUE, C.J., ob.cit., pág. 86.
[25] Cfr. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., ob. cit., pág. 239.
[26] Cfr. ROMERO MENSAQUE, C.J., ob. cit., pág. 87.
[27] SERRANO Y ORTEGA, MANUEL, Glorias religiosas de Sevilla. Noticia histórica de la devoción y culto que la MN y ML ciudad de Sevilla ha profesado a la Inmaculada Concepción, Sevilla, 1893.
[28] Cfr. ROMERO MENSAQUE, C.J., ob. cit., pág. 87.
[29] Cfr. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., ob. cit., pág. 239.
[30] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 113.
[31] ARANDA DONCEL, J., La devoción a la Inmaculada Concepción en tierras cordobesas durante el siglo XVII, en La Orden Concepcionista. Actas del I Congreso Internacional. León, 1990, Vol. 2, pág. 551.
[32] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 114.
[33] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 115.
[34] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 122.
[35] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 123.
[36] HENRÍQUEZ DE JORQUERA, FRANCISCO, Anales de Granada, Edición de Antonio Marín Ocete, Universidad de Granada, Granada, 1987, Vol., 2, pág. 622.
[37] HENRÍQUEZ DE JORQUERA, F., ob. cit.,  pág. 624.
[38] SMOLZKA CLARES, JOSÉ, Universidad y Religiosidad Popular. La Universidad de Granada pionera del Voto Inmaculista, Revista Gólgota, Real Federación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de Granada, Granada, 1996, pág. 50.
[39] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 124 y CORTÉS PEÑA, A.L. VINCENT, B., Historia de Granada III. La época moderna, Granada, 1986, pág 204.
[40] Cfr. LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, M.L., Iglesia, Religiosidad y Mentalidades en Historia del Reino de Granada, Vol. 3, Del siglo de la Crisis al fin del Antiguo Régimen (1630-1633), de Francisco Andújar Castillo (ed.), Universidad de Granada y el Legado Andalusí, Granada, 2000, pág. 210.
[41] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., Religión y Política durante el Antiguo Régimen, Biblioteca de Bolsillo, Universidad de Granada, Granada, 2001, pág. 130.
[42] Cfr. HENRÍQUEZ DE JORQUERA, F., ob. cit., pág. 846.
[43] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 131.
[44] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., págs. 130-131.
[45] Cfr. SZMOLKA CLARES, J., La Semana Santa Barroca (siglo XVII) en Semana Santa en Granada Vol. 1, Gemisa Ediciones, Sevilla, 1990, pág. 85.
[46] Cfr. HENRÍQUEZ DE JORQUERA, F., ob. cit., págs. 848-849.
[47] Cfr. HENRÍQUEZ DE JORQUERA, F., ob. cit., pág. 849 y SZMOLKA CLARES, J. ob. cit, pág. 85.
[48] Cfr. SZMOLKA CLARES, J., ob.cit., pág. 84.
[49] Cfr. HENRÍQUEZ DE JORQUERA, F., ob. cit., pág. 850.
[50] Cfr. SZMOLKA CLARES, J., ob. cit., pág. 85.
[51] Cfr. LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, M.L., ob. cit., pág. 210.
[52] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 135.
[53] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 134.
[54] Cfr. SZMOLKA CLARES, J., ob. cit., pág. 85.
[55] Cfr. CORTÉS PEÑA. A.L., ob. cit., pág. 138.
[56] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 139.
[57] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., págs. 139-140.
[58] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 141.
[59] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 144.
[60] Cfr. CORTÉS PEÑA, A.L., ob. cit., pág. 147.
[61] Cfr. CORTÉS PEÑA. A.L., ob. cit., págs. 145-148.





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