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sábado, 5 de diciembre de 2015

Enfoque: La altura de miras de un miope


Blas Jesús Muñoz. Astigmatismo, condimentado con un poco de miopía, son los ingredientes que uno lleva en la visión desde que llegó a este mundo. De lejos, los carteles juntan sus letras; de cerca la distancia debe ser exacta para que el ojo vago llegue a ver con una extraña claridad. Por qué les cuento ésto, muy sencillo, lo mío es un defecto ocular que nada tiene que ver con otra cosa que no se desenvuelva en el ámbito de los sentidos.

Les explico, aunque ya me imagino que supondrán que la cuestión radica en la altura de miras. La misma que no permite ver, en general, más allá del interés propio, del regate corto, de los cinco metros. Cualquiera que me haya leído u oído en estos años sabe que para mí la Catedral, como dije hace bien poco, es la patria final de las cofradías. Para otro siempre ha sido una excusa para quedar bien y darse lustre.

No se sabe ver más allá del momento concreto, sin visión periférica y, llegado el momento, siempre se le puede echar la culpa al bi o tripartito. Porque nadie, o muy pocos, parecen querer valorar el esfuerzo y la generosidad que muchas cofradías están haciendo (y no me refiero a sus representantes) y, en ocasiones, un titular vale más que mil palabras y que dos mil explicaciones. 

Ayer publicaban una entrevista en la que un servidor hablaba de este medio y me daban la oportunidad en COPE de manifestarme libremente. La libertad, con sus consecuencias, es algo que siempre he valorado como el único tesoro posible. Otros no pueden decir ni presumir de lo mismo y matarían nada más que por la primera frase de este enfoque. Pero hay que ser miope para n distinguir la distancia corta del bien mayor.









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