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martes, 12 de enero de 2016

Enfoque: Dos modelos de ciudad


Blas Jesús Muñoz. Hay miles de ciudades dentro de la especie de muñeca rusa en que se ha convertido la ciudad. Hay una Córdoba misteriosa de la que nos narran historias apasionantes y más que recomendables. Una Córdoba de andar inmortal que, por más veces que uno la haya visto, no deja de impresionante, de hallar un nuevo y desconocido detalle, de sentir la humedad en las pupilas al pensar en lo que pudo ser y no fue.

A esa misma ciudad, la que solo existe en mis deseos, le canté de la torpe manera que aprendí miles de noches, cuando la oscuridad era el cómplice perfecto de nuestros secretos compartidos. No era la Córdoba de las cofradías, aunque por ella luchásemos. Ni era la Córdoba del paro, aunque por ella nos desangrásemos en nuestra hemorragia vital.

Esa era la Córdoba ideal, la que curaba sus problemas con los opiáceos de la imaginación porque hasta a los pensamientos coherentes -en este delirio bipartito- se los denomina ilusiorios. Y llegamos a la Córdoba real, la de los mediocres dirigiendo a una sociedad que, ahora se queja, pero que los votó. Y no lo hizo en masa porque tuvieron que juntarse para mandar y una parte en la sombra, para dar el toque cañí de un Paul Auster de baratillo.

Es la Córdoba en la que una buena parte se entrega sin remisión y otra se pone de perfil. Hay una tercera que se revela, aun a sabiendas de que algún concejal reinante puede que esté sumando su cuenta para cobrar la cualquier día. Y esto es así porque en algún momento pasamos de ser lo que fueron a convertirnos en el legado de lo que fuimos con alcaldesa todopoderosa que, ahora, aconseja sobre cultura en San Telmo y a ella desde el Icomos. De aquellos barros... este invierno gris.





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