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lunes, 25 de enero de 2016

La Chicotá de Nandel: Dígaselo de mi parte


Estamos percibiendo muchas voces muy autorizadas del mundo del costal quejándose y lamentándose, argumentando una serie de hechos con razón absoluta que demuestran que el mundo del costal se ha tergiversado. Ahora, cuando quedan días, solamente días para que alguno se vuelva a enfundar su costal, que no el antifaz de superhéroe para pavonearse delante de nadie, es el momento en que los Capataces, las Juntas de Gobierno primordialmente, pongan freno a los excesos, a las torpezas… las gilipolleces de algunos, hablando en plata.

Llega el 2016 para el costalero, y con su venida (espero que no y me alegraré de equivocarme), miedo me da a la nueva modita que puedan ingeniar este año algunos, siempre los mismos, dicho por otro lado. Tras tanta inventiva y tan poca entereza a la hora de aguantar kilos, los figurines y modelos del costal se enfrentan a otro reto, otra cuaresma donde dar la nota.

Siempre he presumido de que me han hecho el costal verdaderos costaleros, como mi amigo Jesús Bastante, ese que ahora se erige como portavoz de los desanimados y maltratados (según ellos) costaleros del Señor del Silencio, y que también ha de ser guía y levantador de espíritus, de energías y sobre todo ilusión, la que todo costalero debe tener vengan buenos o malos tiempos. Se lo digo yo, que la perdí por años, instantes, momentos puntuales de mí transcurrir en las trabajaderas.

El otro día me decía un recién nombrado capataz titular de una de las hermandades con más afluencia de costaleros de Córdoba, que ahora las cuadrillas es más difícil que antes mantenerlas en bloque, como una sola voz, una sola pisada, el todos a una, unidos sobre todo en hermandad y compañerismo. Años atrás, en que conocías el nombre de todos y cada uno de los costaleros que te acompañaban, aunque fueran ciento cincuenta. Sabías el número de hijos, la zona por donde vivía y si me apuran, hasta el nombre de algunos de los familiares y sus vidas. Años, en que te cruzabas por la calle con un compañero de costal, de trabajadera, y te fundías en un sincerísimo abrazo y la alegría salía por los intervalos del corazón.

La razón, y la puedo compartir casi al 100%, no es otra que ahora cuando se terminan los ensayos cada uno sale en estampida con su grupo de amigos, con sus familias, a la taberna cofrade tal o cual, a descansar que mañana se trabaja o se estudia… a fin de cuentas, cada uno a su flor, a su aire.

He de admitir que donde antes había ciento cincuenta, aquellos que conocí y sigo conociendo, desde su nombre, pasando por el de sus hijos o su mujer, su trabajo, y algún que otro problema más o menos gordo que lo perturbaba, ahora veo a chavales con la cabeza gacha, no por la timidez, sino por las pocas ganas de hacer amistad, grupo, piña, cuadrilla a fin de cuentas. Todos como hermanos, y en un 90%, que no me equivoco, ¡90% amigos!.

Por eso, ahora que han cambiado tanto los tiempos y por si alguno de ustedes quiere ir a ver algún ensayo de alguna cuadrilla en especial esta cuaresma, tenga en cuenta lo siguiente:

Cuando vea a alguno hecho un esperpento, simple y llanamente por lucimiento o la ilusión de destacar. Cuando vea a ese señor que va bien igualado pero no cumple las mínimas de ganas e ilusión bajo un paso, ni tiene más pretensión que la de rendirse en los momentos duros del ensayo o día de la Salida Procesional. Cuando vea a algún Filomeno que solo va a malmeter contra el capataz o desobedece los preceptos. Cuando vea a alguien que diga que los ensayos son una porquería y que no había que hacer más que uno y de veinte minutos. Cuando perciba que los capataces no igualan bien. Cuando repare que algún contraguía no tiene ni idea del asunto. Cuando alguien critique la función del costalero, se burle de la fe de los que la tienen y no van por hobby, o simple y llanamente se esté cargando el instante prodigioso de la concentración del costalero, máxima, como si de cada maniobra estribara el éxito del que debe de ser el día más importante del año… por favor, de mi parte, les invito a ello, les pueden decir lo que son, o mejor dicho lo que no son, o directamente si se ven muy avergonzados, los pueden mandar directamente a la mierda, que han puesto columpios.

Fernando Blancas Muñoz





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