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martes, 9 de febrero de 2016

El Cirineo: La Paz ha muerto


"Un hombre cobarde no conquista a una mujer bonita"

                                              Antonio Martínez Ares


Les voy a confesar una cosa. Este domingo he experimentado una de las emociones más dañinas de todas las que he sentido a lo largo de mi extensa vida como cofrade. Incluso desde la lejanía en la que me hallo por decisión propia desde hace años, las múltiples llamadas y mensajes recibidos han provocado que una desagradable sensación de vergüenza, tristeza e indignación en proporciones similares haya inundado mi espíritu cansado aunque habituado desde hace años a conocer situaciones desagradables y espectáculos bochornosos desarrollados en el seno de corporaciones presuntamente adscritas a la Iglesia Católica. Sucede que cuando estos episodios se perpetran en el que un día fue tu hogar, en el lugar donde aprendiste a ser cofrade, la desazón se convierte en infinita amargura.

Hace años, a consecuencia de un impresentable espectáculo presenciado en primera persona en un cabildo de hermanos, en el que unos pocos individuos instalados en el poder echaron mierda sin rubor de ningún tipo sobre sus hipotéticos hermanos, decidí que mucho debía cambiar el mundo que se moría entre aquellas cuatro paredes podridas de odio para que volviese a pisar un foro similar. Con la firme creencia de que nada ha cambiado a orillas de Capuchinos, a pesar de los cantos de sirena y las promesas vacías, que se han visto reducidas miserablemente a la nada, he mantenido vigente aquella dolorosa decisión que supuso mi alejamiento prácticamente definitivo de la que fue mi casa mucho antes de que algunos de los que la han convertido ahora en su cortijo ni siquiera supiesen que existía y lo que es más triste, el alejamiento de aquél a quien más quiero, que jamás conocerá lo que yo conocí en mi infancia, por obra y gracia de la destrucción y el resentimiento que hace tiempo ocupa un lugar en el que para muchos perdió su sentido la palabra hermandad.

Sin ánimo de dar lecciones a nadie, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, lo ocurrido este domingo en el Cabildo de la Paz traspasa el límite del ridículo para adquirir tintes de escándalo intolerable. Intolerable por comprobar como ciertos personajillos disfrazados de valientes, atentan impunemente contra el honor de una persona cuyo comportamiento intachable al frente de la cuadrilla a la que ha mandado durante décadas, solamente podría ser puesto en duda desde el atrincheramiento más deleznable, en el afán de justificar con nimiedades sin importancia una destitución que no requeriría más excusa que la libre designación de cargos, que toda junta de gobierno puede detentar y que, en la medida en que se intenta defender como gato panza arriba, demuestra la inconsistencia y la falacia de los argumentos. El otro elemento que demuestra dicha inconsistencia es el hecho de que, en palabras del propio capataz cuyo honor ahora unos pocos intentan mancillar, en la reunión mantenida entre el afectado y el hermano mayor, se alegase por parte de éste último que la decisión había sido tomada en contra de su voluntad. Si tan graves fueron los hechos que motivaron su expulsión del paraíso, ¿cómo es posible que el hermano mayor no compartiese la decisión de cesarle?, ¿o es que las causas no fueron tan graves como ahora se pregona? porque la última opción pasa por defender que el Señor Muñoz mintió cuando puso en palabras del hermano mayor las mencionadas declaraciones. ¿También le van a llamar mentiroso?

Francamente, después de que se produjesen insultos gravísimos el pasado domingo en el seno de una casa hermandad, en el transcurso del citado cabildo de presuntos hermanos, sin que el máximo responsable tomase cartas en el asunto fulminando inmediatamente a quien perpetró semejantes ofensas, cualquier cosa es posible, desde que se empañe la honorabilidad de personas que han demostrado una caballerosidad, una hombría y una catadura moral que otros ni sueñan, hasta manipular con toda la poca vergüenza del mundo, para intentar convencer a propios y extraños de una burda mentira, o en su defecto de una verdad a medias.

Yo particularmente aconsejo encarecidamente al hermano que recibió el insulto que emprenda acciones legales contra quien le ha injuriado, dejemos lo de la otra mejilla para quien tenga vocación de santidad, un insulto consumado ante el silencio cómplice de quienes mandan y el resto de presentes, mutismo que únicamente podría explicarse si existiese algo que ocultar que justificase mantener la boca cerrada mientras un hermano es objeto de un agravio de semejante magnitud. Reconozco que, en la medida de que estoy absolutamente convencido de que nada se oculta bajo las piedras de Capuchinos, no alcanzo a comprender el motivo del silencio salvo una irritante falta de cintura ante una reacción inadmisible pero inesperada. Sin embargo, desde mi humilde punto de vista, guardar silencio y no mandar callar inmediatamente al agresor, demuestra una capacidad de dirección manifiestamente mejorable en la persona que ocupa el cargo para el que fue elegido, recuerden, por una abrumadora mayoría en las últimas elecciones, mayoría que imagino estará disfrutando de lo votado.

Como ven no es preciso detenerse ni un instante en la decisión de restaurar al Señor, por un presupuesto que a muchos nos parece excesivo, y sin presentar más alternativa que la defendida por los que mandan y lo que es peor, sin aportar pruebas visuales en que sustentar una posición. "Voten por restaurar donde yo digo, pagando lo que yo digo, cuando yo digo y además basándose en mi palabra..." demasiado acto de fe se me antoja dadas las circunstancias. Esto y restaurar a una imagen a espaldas del cabildo, con nocturnidad y alevosía podría ser entendido, en la práctica, como algo muy pero que muy parecido... ya me entienden algunos...

Ni tampoco en esa política de intentar hacer desaparecer a las mantillas de detrás del paso de misterio a base de poner todas las trabas del mundo, incluida una brutal subida de papeleta de sitio y la instauración de números clausus, en lugar de tener los arrestos suficientes para suprimirlas si es lo que se desea. El colmo del desgobierno pasa por sugerir en petit comité que estaba preparado lo de recurrir al voto secreto únicamente en ese punto del orden del día porque "la junta quería votar a favor de la permanencia de las mantillas tras el paso de misterio y algunos costaleros presentes defendían la postura contraria" (el que la lleva la entiende...) o trasladar a las propias mantillas la decisión de determinar cuántas y quiénes serán "las elegidas" el próximo Miércoles Santo. Todo sea porque otros soporten en sus espaldas la carga de ser quien toma las decisiones.

Esto no tiene solución. Me doy cuenta de que algunos hemos estado predicando en el desierto durante años para nada. Lo que muchos conocimos está muerto, sin remisión. Mientras determinados individuos permanezcan donde están, la hermandad es cualquier cosa menos una hermandad. Del mismo modo que soy consciente que, más allá de recibir insultos por parte de los hooligans (algunos con cargo) de los que ciertos individuos se han querido rodear, por primera vez desde mi más tierna infancia, es muy posible que alguien me impida salir con mi cofradía a la calle el próximo Miércoles Santo (ya les contaré, en un sentido u otro) por denunciar actitudes que me parecen intolerables y que han terminado de destruir lo que otro comenzó a resquebrajar. Pero de una cosa pueden estar seguros, queridos lectores, desagradables detractores, como diría mi admirado Dominguez Arjona, si algo no van a encontrar en esta sección es ese mismo silencio cómplice que acabo de denunciar y que tanto detesto. Porque como bien dijo cierto personaje sudamericano del siglo XX, cuya frase perfectamente podría haber suscrito el mismísimo Jesucristo, "vale más morir de pie que vivir cien años de rodillas". Tomen buena nota los que han permitido por acción o por omisión la guerra civil en que habitamos y sobre todo los que permanecen en silencio por miedo o por un extraño sentido de la responsabilidad que el tiempo ha demostrado perfectamente inútil. Los polvos del silencio cómplice han causado los lodos de la ruptura social que todavía hace unas semanas se me quiso negar a la cara. Repasen mentalmente lo ocurrido este domingo y continúen defendiendo que esa fractura no existe. Y después duerman a pierna suelta si son capaces de ello.






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