El pueblo soberano, sabio, decidió hace tiempo abreviar el título de nuestra hermandades nombrándolas por la advocación que manda. La Paz, el Amor, la Buena Muerte, el Caído… Mal y raro síntoma es que oigamos la hermandad del Humildad, la cofradía de la Encarnación, la Hermandad de la Reina de Los Mártires. Eso no quita que a esas imágenes que también pertenecen a la cofradía se les tenga un amor y un cariño especial. Un corazón partío pero inevitable, una segunda posición pero no sentimental, un grado inferior de devoción pero no de amor.
Y digo mal y raro síntoma porque oir en un medio de comunicación local “La Hermandad de la Reina de Los Martires” es no saber ni donde estamos. Y mucho menos, a donde vamos. Queremos señas de identidad, pero no las buscamos. Buscamos una propia personalidad, pero no la perseguimos. Perseguimos un ideal de Semana Santa que se nos escapa en lo más básico.
Si no sabemos ni cómo nos llamamos… cómo nos van a llamar.