Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de Él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Mt 27 27-30
Con espinas de dolor y de desprecio han ungido tus benditas sienes heridas y con cada gota de sangre que se derrama por tu frente se muere poco a poco la esperanza de mi espíritu confundido. Yo pensaba, Señor, que con un gesto tuyo, una legión de arcángeles se abriría paso entre las nubes que amenazan tormenta abriendo las puertas del Cielo, ajusticiando con la furia de sus espadas a los que osan tocarte y humillarte… intento comprender el sentido de toda esta locura, pero es tan complicado para un simple corazón que se ahoga entre lágrimas de impotencia por tu sufrimiento y tu martirio y que agoniza por verte golpeado y maltratado… y mientras las fieras inhumanas se burlan de Ti, Tú Humildad incalculable e inabarcable para la comprensión terrenal, nos enseña a no responder con puñales a los que nos apuñalan ni con odio a quien nos odia…
Para humillar tu realeza
te coronaron de espinas.
Tus sienes con dolor ensangrentadas,
me hiere tu ‘mirá’ desencajada…
¡por qué no vuela el tiempo
y el cáliz que es veneno y es lamento
se aparta del penal donde te hallas!.
Burlándose del Rey de los Judíos
el necio y el ruin nunca ha entendido
que tu Reino es el Cielo;
de llanto por tu inmolación me muero,
tu cuerpo en el altar has ofrecido.
Coronado con espinas,
masacrado con heridas
y por tu pueblo olvidado.
Tú regalando tu vida
y mientras te damos de lado.
Guillermo Rodríguez
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