Blas J. Muñoz. ¡Bienvenidos a Córdoba, la aldea de Asterix! Ese saludo, eslogan o carta de presentación bien podría colocarse sin rubor, empacho desmayo a la entrada de la ciudad por las salidas de la A4, en la Estación del AVE, en el aeropuerto prácticamente inutilizado y en los polígonos "industriales" para que lo contemplen los camioneros que vienen del norte.
La última prueba que constata que dicho eslogan sería perfectamente válido -el de la película de Berlanga es evidente- la encontramos en las Fallas que se celebran en el Arenal. Fuera de su fecha y con ofrenda floral en la Catedral. Curioso escenario para los regentes capitulares que tanto se afanan en el carácter laico de las cosas.
Una ofrenda floral a la Virgen de los Desamparados, reza el cartel. Cabe recordar en este punto que esa advocación es la que posee la Patrona de Valencia, aunque suponemos que en el gobierno local es un dato que manejan. Y es que en el arte de contradecirse está el gusto y en las mil formas de ver conveniente lo que para los demás es inconveniente. No hay nada mejor que decir que vas a cobrar tasa por las salidas procesionales fuera de Semana Santa, desmentirlo o que venga alguien y te lo desmienta, querer cobrar a un colegio por una procesión infantil, comparar las cofradías con el juego más cañí de cualquier bar de barrio a las una de la tarde, no aparecer en una Magna y sí un Domingo de Resurreción cuando sabes que hay menos testigos...
Me gustan los petardos y el fuego (controlados, entiéndase). Pero saben no me traería fiestas regionales externas teniendo las propias (llámenme nacionalista). Como tampoco despreciaría lo propio por lo ajeno (no me pueden llamar ladrón). Al igual que no se me ocurriría soltar toros para hacer el San Fermín chiquito (ah, eso no es de progres). La verdad es que me gustan cada vez menos los petardos porque mi ciudad se está convirtiendo en uno cuyo cartucho es del tamaño de un rascacielos y eso que la altura máxima está determinada por un PGOU.
