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sábado, 14 de mayo de 2016

Un ensayo para enmarcar


José Ignacio Dionisio. Viernes trece, atrás supersticiones y adelante con el izquierdo. Pasan poco más de las once de la noche y la cuadrilla baja del paso de María Auxiliadora realiza la primera levantá del último ensayo previo a la salida de la Santa Madre Salesiana.


Para algunos nuestro primer ensayo, para otros pura devoción. Y es que no deja de sorprender entre otras muchas cosas, el ambiente de camaradería que reina en los que llevan en la sangre el racheo de suelas desgastadas por lo puro y lo elegante.

Se respira aroma a curtido entremezclado con el estreno de lo que para muchos es mundo tan desconocido como apasionante, y es que es de resaltar, el contraste que pudimos observar por las calles del entorno Salesiano en la que Richis, Millas, Pelis, Alfonsos, Casis y Salvas se entremezclaban entre los que sentían quizás por primera vez el dulce peso de la trabajadera en sus “pescuezos”.

Para rematar la estampa, lo que sin duda no podía faltar, y es el temple y tranquilidad de sentirse bien cuidado por un cuerpo de capataces que apodera un tal Vidal, y acompañan algunos Casares flanqueado por sus Barrios y algún otro desconocido (al menos para mí) pero que no desentona y sin duda desde hoy tiene mis respetos.








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