Ha pasado casi un año, pero recuerdo aquella noche como si hubiera sido la de ayer. Desde nuestra posición (lo más próxima a la Puerta del Perdón que el cordón de seguridad permitía) pudimos escuchar cómo sonó la Marcha Real para anunciar la salida de las naves catedralicias de esta Dolorosa que tan poco acostumbra a escucharla.
De repente allí estaba la Joya Coronada de San Pablo en el imponente paso de palio que conjuga el finísimo trabajo de orfebrería de Díaz Roncero con los bordados de las Madres Filipenses de Sevilla. Rápidamente mis acompañantes y yo tomamos posición entre los ciriales para acompañar el exquisito caminar de Nuestra Señora por Judería, Deanes y Conde y Luque, en el sentido inverso a como lo hace cada Viernes Santo. Licencias solamente las imprescindibles y bien medidas para una Hermandad seria, de negro, pese a lo extraordinario de la ocasión: saya blanca, exorno floral conjugando elegantes colores, rosarios de palmas entre las jarras del palio.
Y sonó Virgen del Valle para acompañar este imponente paso de palio salido de los dibujos de Fray Ricardo de Córdoba, que acompañó a la Virgen del Rosario Coronada en la presidencia en esta ocasión extraordinaria. Como la primera vez quizá supo a poco, volvió a sonar Virgen del Valle y, cuando el giro terminó y el palio quedó ya en el comienzo de Conde y Luque, para completar un repertorio maravilloso, todos los presentes tuvimos la suerte de escuchar la que probablemente sea la marcha más conocida del maestro José de la Vega: Valle de Sevilla.
El resto del itinerario hasta la entrada en San Pablo fue igual de elegante, igual de sublime. Incapaces fuimos ya de marcharnos a ver otras Imágenes que, muy probablemente, jamás tengamos la suerte de volver a ver por Córdoba. Pero créanme cuando les digo que el poder de la Virgen del Rosario para enamorar con su mirada es completamente irresistible. Si no tuvieron la suerte de acompañarla, intenten buscar vídeos en la red del regreso de esta magnífica Cofradía aquella noche mágica del 27 de junio y entenderán mejor todo lo que les digo. Y si estuvieron vuelvan a saborear todos y cada uno de los mágicos momentos de aquella noche.
Marcos Fernán Caballero