Blas J. Muñoz. Las hermandades son conscientes en su
sustrato interno de la labor a la que están llamadas. Una vocación
penitencial -en muchos casos-, evangélica, apostólica y asistencial. Y
es en esta última faceta en la que, durante estos últimos días, se ha
venido a profundizar, gracias a un momento coyuntural que no hace sino
sacar a la superficie una labor cotidiana.
El caso de la Merced, por ejemplo, se erige como un claro
exponente de la faceta más solidaria de las cofradías cordobesas. Un
llamamiento para la recogida de leche o una campaña de recogida de
material escolar dan muestra de una labor que, lejos de decaer en
verano, se intensifica.
En este último aspecto también han apretado el "acelerador"
de su solidaridad las corporaciones del Amor y las Angustias. Otros dos
ejemplos de un trabajo de altas miras. Como el de la Hermandad del
Císter y su recién presentado proyecto de Música para Ángeles.
Cuatro cofradías, en definitiva, que representan el alma de
una ciudad que se proyecta en otras muchas cuya labor hacia los demás
no cesa ni un solo instante del año y a las que hay que prestar en todo
momento reconocimiento y gratitud.
Foto Álvaro Córdoba Hinojo