LO ÚLTIMO

martes, 14 de junio de 2016

El Cirineo: Estado de excepción


Créanme que siento profundamente no hablarles esta semana de contratos que ligan a bandas y hermandades, de noticias anunciadas hace meses y desmentidas por dirigentes que terminan tragándose sus propias palabras, ni de candidatos enrabietados frente la crítica legítima recibida que reparten exclusivas a golpe de contraprestación. Hoy toca hablar de cosas mucho más importantes aunque interesen a menos gente y reporten niveles más reducidos de audiencia.

La mañana del lunes, la cuenta oficial de twitter de la Hermandad de la Paz y Esperanza se hizo eco de un mensaje que rogaba a la Reina de Capuchinos por el alma de las víctimas del ataque terrorista perpetrado en Orlando. Un mensaje que supone una gota más en el océano de reacciones que se han producido desde que el mundo ha sido testigo de un nuevo episodio del odio cobarde e irracional justificado en una manera muy concreta de entender una religión. Un mensaje que demuestra al mismo tiempo, por si algún ignorante aún albergaba dudas, que los cristianos normales -anormales hay en todas partes- vivimos con absoluta naturalidad desde hace mucho la condición sexual de quienes viven a nuestro alrededor o dentro de la propia iglesia.


Ha vuelto a ocurrir. La ignominia se ha apoderado una vez más de las esquinas de nuestro mundo occidental, atacado cobardemente por un miserable que dificilmente puede ser catalogado como ser humano. Una vez más se han vuelto a reiterar las mismas escenas de dolor, incredulidad y rabia que se repiten ciclicamente cuando el primer mundo comprueba aterrorizado cómo de frágil es la pretendida seguridad que nos rodea y cómo el paraíso inaccesible que un día imaginamos protegido está sometido al capricho asesino de estos seres inmundos que han decidido aniquilar a todo aquél que no vive su existencia de la misma forma abominable y enfermiza en que ellos lo hacen. Su objetivo no es conquistar ni someter, que nadie se lleve a engaño. Su objetivo es masacrar, asesinar, exterminar, ejecutar una manera genocida de concebir su religión que pasa por erradicar de la faz de la tierra al diferente.

No me malinterpreten, no estoy haciendo ningún alegato contra el Islam, estoy plenamente convencido de que la mayor parte de los musulmanes del mundo repudian a esta gentuza que está manchando de sangre inocente los cuatro puntos cardinales del planeta o al menos eso quisiera creer. Matando, martirizando, torturando, ejerciendo una violencia y un dolor inimaginables en miles de personas que son tratados como ganado bajo su yugo infernal. Esclavizando y violando niños como los suyos y los míos o como los que mueren cada día en el Mediterráneo huyendo de la muerte a manos de estos animales y de los que algunos sólo se acuerdan en los debates electorales, quemando vivas a personas, y machacando literalmente a buena parte de la población que lleva más de dos años muriendo en el mismo infierno mientras el resto del mundo ha guardado una prudente distancia para no mancharse demasiado de barro pensando que el problema quedaba lejos, hasta que la bomba nos ha estallado entre los dedos.

Ha muerto medio centenar de personas en Estados Unidos, en un ataque realizado por un asesino llamado Omar Mateen, un estadounidense de 29 años de origen afgano, cuya exmujer ha acusado de maltratador, cuyo padre, según determinadas informaciones, loaba las bondades del régimen talibán, que ya había sido investigado en dos ocasiones entre 2013 y 2014 por el FBI, por su posible vinculación a grupos terroristas, que llevaba desde 2013 ladrando comentarios a favor del grupo terrorista Estado Islámico en redes sociales y se había pronunciado en 2014 por desear cometer un ataque suicida. Un espécimen, que podría ser perfectamente nuestro vecino, al que podríamos aplicar tranquilamente todos los insultos a los que nuestra rabia nos incita y cuya acción puede ser consecuencia de la locura pero también de una larga serie de elementos que indiscutiblemente condicionan la personalidad de los seres humanos, el entorno y la educación.

Ha muerto medio centenar de personas por el mero hecho de respirar diferente. Da igual que la excusa haya sido su opción sexual, podría haber concurrido cualquier otra motivación u ocurrido en cualquier otro lugar, en un centro comercial, en un desfile cualquiera, en los sanfermines, en una bulla de Semana Santa o en medio de las increíbles batallas campales que se han estado desarrollando en Francia y que demuestran que si no matan más no es porque no puedan porque provocar una masacre en cualquiera de estos escenarios imposibles de controlar se antoja un juego de niños. Ya se que alguno se echará las manos a la cabeza y me acusará de alarmista pero la realidad es la que es y meter la cabeza en un agujero como los avestruces no hará desaparecer el riesgo. Una verdad que está delante de nuestras narices por mucho que algunos se afanen en ocultarla o maquillarla debajo de parapetos artificiales de muy difícil justificación. No se puede hacer extensible la acción al resto de musulmanes del universo, pero negar la evidencia de que el asesino lo era y mató porque lo era, al igual que quien segó a puñaladas la vida de dos ciudadanos franceses esta misma madrugada es ponerse una venda en los ojos, algo que yo al menos no estoy dispuesto a hacer.

Las acciones terroristas de estos dos "soldados del califato" como ya se han apresurado a denominar a estos cobardes asesinos esas bestias inmundas y repugnantes que se agrupan como las hienas bajo el nombre de Daesh, es un ataque islamista. Asesinatos en nombre de una forma medieval y genocida de practicar una religión, no cualquier religión, sino una muy concreta y no sirve meter a todos en el mismo saco que es lo que se apresura a hacer toda la patulea giliprogre y anticlerical que estos días está tomando posiciones para poner en práctica su venganza intergeneracional contra todos los que no piensan como ellos. Una venganza que se ejemplifica desde la quema de iglesias del pasado viernes en Mondoñedo -que no es ningún pueblo de Siria sino de Galicia- hasta culpabilizar a todas las religiones monoteístas de provocar esta violencia sin sentido que sólo ponen en práctica los que profesan una muy concreta. Una de las primeras imágenes que sirvieron en TVE para ilustrar la matanza de Orlando fue nada más y nada menos, que la de una especie de francotirador con una escopeta en forma de cruz sobre el lema "más amor, menos odio". La dirección de la cadena que sustentamos todos con nuestros impuestos, queramos o no, no como la iglesia católica que sólo se mantiene con la parte que los católicos desean destinar vía IRPF, se apresuró a disculparse por semejante injuria, entre el silencio de los pesebreros sindicalistas anarquistas que se manifestaron a las puertas del Debate a cuatro, como no podría ser de otro modo, por "manipulación informativa", ahí queda eso. ¿Se imaginan que en lugar del rifle-cruz alguien hubiese puesto uno adornado con círculos morados y en lugar de apuntar a un hombre con camiseta arco iris lo hiciese a alguien con sotana para ilustrar los incendios provocados en Mondoñedo de los que, dicho sea de paso, ni siquiera creo que hayan informado en "la televisión de todos"?. Al responsable le hubiese faltado Península Ibérica para correr amén de tener que solicitar exilio en cualquier país democrático del mundo por fascista y manipulador. Pero ya se sabe que en este país el insulto al cristiano es absolutamente gratuito y carece de consecuencias.



Son terroristas islamistas, asesinos que profesan una religión, de manera enfermiza, pero una religión. No son cristianos ni judíos, son musulmanes y no se puede negar la realidad por culpa de un malentendido intento de evitar la islamofobia. La islamofobia se erradica de un plumazo saliendo musulmanes en masa en los cinco continentes exigiendo respeto y libertad para el resto de seres humanos, en masa, no unas minorías más o menos significativas. Cuando Europa y el resto del mundo vean a los millones de musulmanes que viven entre nosotros tomando las calles para responder de manera contundente al desafío más importante que se cierne sobre la humanidad desde la segunda guerra mundial, se acabará la islamofobia, no intentando tergiversar la motivación de un atentado islamista llamándolo homófobo o culpabilizando al "heteropatriarcado" como hizo vía twitter Alberto Garzón poco antes de que el propio Daesh reivindicase el atentado del asesino que se puso en contacto con las autoridades americanas con anterioridad a comenzar la matanza para dejar claro que lo hacía en nombre de esta gentuza. Garzón demostró una vez más que algunos no tienen que esforzarse para evidenciar su imbecilidad. Aún estamos esperando una rectificación que no llegará si no es oculta bajo un manto de justificaciones, y no lo hará porque para reconocer los propios errores hace falta tener una grandeza de la que ciertos personajillos no gozan.

El mundo que conocemos vive en un permanente estado de excepción, amenazado por una parte de la humanidad que ha comenzado una guerra con evidente inspiración religiosa, que nos afecta y de la que formamos parte, por más que se pretenda negar, por más que cerremos los ojos y sigamos pensando en si Piqué ama o no a España en función de la camiseta que viste su hijo. Los que vivimos en primera persona la lacra asesina del terrorismo etarra somos plenamente conscientes de que solamente comenzaron a producirse avances significativos en la lucha para erradicarla, cuando la propia población vasca comenzó a exigir el cese de la violencia terminando para siempre con el "algo habrán hecho" que tantas veces utilizaron también los comunistas de toda España cada vez que moría un policía mientras ocultaban en sus casas a los etarras que "viajaban" por el país. De un modo u otro, sólo podremos vencer en esta guerra si los propios musulmanes se levantan contra quienes en nombre de su fe están asesinando en todo el mundo. Al resto de la humanidad nos toca exigir que lo hagan y que lo hagan ya, sin paños calientes, porque mañana puede ser tarde. Y rebelarnos contra toda manipulación del lenguaje que pretenda equiparar a judíos, cristianos y musulmanes, confundiendo a víctimas y a verdugos, en una guerra que sólo unos han iniciado, una manipulación que oculta bajo motivaciones ideológicas interesadamente equivocadas que el terror no es bidireccional, es islamista, llamemos a las cosas por su nombre, porque sólo identificando claramente al enemigo podrá ser derrotado. Y en esta guerra sí habrá vencedores y vencidos, que no le quepa duda a nadie.


Guillermo Rodríguez





Recordatorio El Cirineo: El "Asunto Catedral"






Hoy en GdP