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domingo, 17 de julio de 2016

La Crónica: Pídeselo a la Virgen del Carmen


Blas J. Muñoz. La tarde enseñaba los últimos rayos de sol que mandan al planeta la vida. Una orden forjada en a Creación y que encuentra en el rostro de la Santísima Virgen las razones a tanta incomprensión. En Puerta Nueva Carlos Herencia dictaba las primeras órdenes a su cuadrilla y el tiempo se detenía como un ancla marinera que nos ata al puerto de nuestras vidas. El Carmelo subía a su monte para comenzar a dejarnos su aureola mística de razones que se pierden en los vericuetos del tiempo, en los muros del mismo templo que vio nacer el origen de la Hermandad del Santo Sepulcro. Carmen Calzado que, aunque ya no se halle, siempre estará en la hondura misma de la ciudad que se regala a quienes saben apreciarla.

Córdoba es una urbe singular. Demasiado escondida de sí misma, a veces. Demasiado agria, llámenla estoica, como prefieran. No es una ciudad fácil, pero cuando aprendes a vivirla te hace más cordobés que a nadie. Te bebe y te atrapa, desde el mediodía, en la vigilia perfecta de lo que aguarda. Y se llena de sí en cualquier patio, a la sombra de sus recuerdos, entre gitanillas que se secan por mor de su calenda intemperante. a la sombra de un poema de Pablo que nos recupera para disfrutar de una ciudad con miles de nombres. Y en sus plazas y sus cuestas, de repente, una tarde el camino se torna menos sinuoso.


Puede que hiciera calor cuando, a poco más delas nueve de la noche, San Cayetano se engalanara de banderas, colocadas cuales guirnaldas de una feria pretérita, y las mismas cobrasen sentido al paso de la Virgen Coronada que comanda Rafael Muñoz. En la misma frente del capataz se dibujan las arrugas que cuentan cada chicotá que ha sobrevivido al tiempo, al olvido, a la ciudad misma que siempre recordará su apellido como, junto con el de los Sáez, al de la aristocracia de los capataces que tuvo Córdoba. Y aveces Córdoba, sin calle para todos su capataces, consigue que te tiemble la mirada ante Ella y no le pidas por ti.

Es un gesto de generosidad extraño, sobrevenido. Le pides a la Virgen que se reconozca a quienes antecedieron en las labores opacas que han forjado el presente. Le pides justicia para un mundo que la olvidó. Le pides pan para quienes no lo tienen. Le pides y le pides que el mundo sea simplemente un lugar habitable. La noche se ha cerrado y los rostros de la tragedia se reflejan en las pupilas de las Estrellas de Puerta Nueva y San Cayetano. Y ya solo te queda, e el penúltimo segundo, pedírslo a la Virgen del Carmen.

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