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lunes, 15 de agosto de 2016

Candelabro de cola: El hombre que no amaba a los costaleros ni a los componentes de las bandas


Estaba yo la semana pasada en la sala del médico esperando que llegara mi turno para ser atendido. Mi humor no era precisamente bueno. Que uno se ponga malo precisamente el día siguiente de comenzar sus vacaciones es soportable. El sistema de citas de la seguridad social no. Sobre todo desde que algún ingenio decidió que era una barbaridad eso de que estuvieran publicados los nombres de los pacientes junto a la hora a la que tenían cita con el médico que les iba a atender en la puerta de la consulta... En fin, que hay que aguantarse. En la sala de espera, cuando ya habían pasado 40 minutos desde la hora a la que mi médico debía haberme atendido, me escribieron al móvil desde GdP. Me animaban a realizar preguntas para formulárselas al director de una nueva banda que había accedido a conceder una entrevista. Rápidamente disparé las cuestiones que, a bote pronto, me vinieron a la mente:

- ¿Hay demasiadas bandas en Córdoba?

- ¿Han pensado en dejar los instrumentos para salir de nazarenos en sus respectivas hermandades?

- ¿Han pensado en integrarse en otras formaciones musicales ya existentes?

Creo que no habían transcurrido ni dos minutos cuando mi interlocutor me contestó: Hombre, ya sé que por ti irían todas las cofradías a ruedas y en silencio. Pero entiende que se trata de hacer una entrevista amistosa.

No, no tengo nada contra este señor al que se le hizo una entrevista. De hecho ni siquiera tengo el gusto de conocerlo. Tampoco es cierto que por mí irían todas las cofradías a ruedas y en silencio, aunque quiero hacerles notar que una cofradía en la calle tiene su fundamento aún prescindiendo de costaleros y de música. Es decir: ni unos ni otros son parte imprescindible de una hermandad para hacer estación de penitencia en la calle. Por otro lado, me gustaría aclarar que, por supuesto, me gusta la música procesional y me gustan los pasos llevados a costaleros. Ahora bien, no me gusta absolutamente nada en lo que ha degenerado la figura del hermano costalero, por lo que, si me dan a elegir, me quedo con el costalero profesional o asalariado. Sin ningún género de dudas.

De fondo: la figura que es necesario cuidar y mimar en nuestra semana santa es la del nazareno, no la del costalero y tampoco la del músico. Los hermanos que visten el hábito nazareno son, mayoritariamente, gente que sale pensando única y exclusivamente en hacer estación de penitencia de forma anónima. No reciben contraprestación económica alguna, no tienen por fin que nadie les vea pasear uniformados por las calles de la ciudad, observan obedientemente las instrucciones que se les dan y, por supuesto, son FUNDAMENTALES en la estación de penitencia de la cofradía, pues no hay tal sin nazarenos. No olviden nunca: no se sale a la calle para que a uno lo vean. Se sale a hacer estación de penitencia. La mayoría del colectivo de nazarenos adultos lo suele tener claro. La mayoría de los costaleros y de los músicos, no. Por eso me sorprende ese culto incesante a los miembros del mundo del costal y del martillo o ese interés mayúsculo por las actuaciones de las bandas. No me entra en la cabeza y nunca lo va a hacer. Sí, este soy yo: el hombre que no amaba a los costaleros ni a los componentes de las bandas.

Marcos Fernán Caballero








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