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domingo, 28 de agosto de 2016

El Rincón de la Memoria: El resurgimiento de una devoción


Esther Mª Ojeda. Los contantes cambios experimentados por la Semana Santa cordobesa en los últimos tiempos nos han llevado a ser testigos de su constante evolución con las diversas modificaciones realizadas en el patrimonio artístico de nuestras hermandades, períodos de mayor y menor esplendor en algunas de ellas, cambios de día de salida, de recorrido e incluso de templo en el caso de las Angustias, cuando hace tan solo dos años regresaba a San Agustín después de 53 años recuperando con ello su pasado.

Precisamente era con aquel multitudinario regreso al emblemático barrio cordobés con el que la Hermandad de la Expiración volvía a recuperar el completo protagonismo en la céntrica iglesia de San Pablo a la vez que ya se aproximaba al centenario de su reorganización. Una labor para la que la corporación se ha afanado en reunir la mayor cantidad de documentos posibles siempre y cuando sus fechas abarquen un período de tiempo comprendido entre 1918 y 1941.

Los orígenes que dieron lugar a la Hermandad de la Expiración tal y como la conocemos hoy en día nos remontan al 7 de abril de 1918, año de la antedicha reorganización que tuvo lugar catorce años después de que el Padre Claretiano Antonio Pueyo hiciese posible el traslado a San Pablo del Santísimo Cristo desde la actual San Francisco, donde la imagen había seguido recibiendo culto tras la desaparición de su primitiva cofradía penitencial.

Fue entonces cuando, una vez superada la época de crisis vividas por las hermandades penitenciales, la corporación realizó su primera salida en la tarde del Viernes Santo de aquel año de 1918. Un momento que quedó inmortalizado para siempre en la fotografía en la que el Santísimo Cristo de la Expiración aparecía sobre su paso a las puertas del templo, ya en compañía de María Santísima del Silencio, una donación en aquel entonces bajo la advocación de Los Dolores.

Además de ser una imagen cargada de relevancia histórica, resulta imposible no fijar la atención en todos y cada uno de los detalles que la conforman, comenzando por el propio paso que se utilizó para aquella primera salida procesional, que asimismo portaba un profuso exorno floral y finísimos cirios que iluminaban la escena. También destacable era el paño de pureza de tela que envolvía al tallado así como la cruz y el letrero que nada tienen que ver los actuales. A los pies de la cruz, la Virgen del Silencio agachaba la cabeza con una discreción aún mayor que a la que nos tiene acostumbrados y posiblemente conferida por el estilo con el que había sido ataviada, caracterizada por el uso del rostrillo.

A partir de ese momento, la cofradía de San Pablo comenzaría una nueva etapa que le serviría para ir definiendo un estilo marcado por la sobriedad, convirtiéndose también en una presencia indispensable en la procesión oficial del Viernes Santo y dando lugar a otra fotografía tomada durante una de esas habituales participaciones en su recorrido por Santa Victoria y en la que se puede apreciar una cruz y paso distintos a los anteriores así como el antiguo hábito de capa usado por los hermanos nazarenos.

Aunque con unas circunstancias que mantuvieron a la cofradía en constantes altibajos, la década de los 40 supuso un nuevo renacimiento para la hermandad que traería consigo la notable presencia universitaria en su nómina de hermanos – con lo que la hermandad comenzó a ser conocida como Los Estudiantes – y décadas más tarde con la innovación que la Expiración introdujo en la Semana Santa de Córdoba con la creación de la que sería la primera cuadrilla de hermanos costaleros





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