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viernes, 26 de agosto de 2016

En mi Huerto de los olivos: Hasta siempre


La verdad es que mi artículo de hoy no iba por estos derroteros. Iba por otros de esta asquerosa actualidad que tenemos, de egocentristas que sufrimos por cada loseta que pisamos. Sí, por cada loseta que pisamos, porque hay más que botellines de cerveza o perros descalzos. Cada uno se mira su ombligo y cada vez que tienen oportunidad sale de sus bocas una estupidez detrás de otra. Con los guapos que están cuando sus bocas de pitiminí permanecen cerradas a cal y canto...

Y viendo los peculiares caminos que se están cruzando y que algunos se van a convertir en verdaderos laberintos, qué pena que más de uno no se quede en alguno de ellos y no pueda encontrar la salida, sería un gran alivio para los demás que somos más que sensatos y pacientes. A lo que iba, que me voy del asunto que llena hoy mis líneas de mi Huerto de los olivos. Y nunca mejor dicho. Qué pena que esta “gente” por no llamarlos “-tuza” no te hayan conocido. Sí, y lo digo así, a boca llena. 

Sabía de tu existencia pero no te conocía personalmente hasta unas elecciones un poco movidas y revueltas que tuvimos en nuestra hermandad por aquel entonces. No viene al caso recordarlas, sólo por el simple hecho que le puse cara a una de las personas más importantes en la historia de la refundación de la hermandad de la Oración en el Huerto. Por ello no supe o no fui capaz de darte las gracias y lo hago ahora desde estas líneas.

El tiempo quiso que nuestros caminos se cruzasen por los distintos cultos, salidas procesionales y cruces de mayo y feria en las cuales la hermandad tenía presencia. No sé si era el respeto que me imponías al verte o mi timidez de acercarme que no te conociese más profundamente o cercanamente. Siempre acompañado de tu mujer Rosario, que se llama como mi madre.

Así, el tiempo pasaba y cada vez conocía un poquito más de tu labor al frente de la hermandad, pero siempre desde un sitio de humildad y sin que saliera a relucir tu nombre a bombo y platillo. Llegaron otros tiempos y conocí a tus hijos. Tengo especial admiración por tus hijos varones, con quienes tuve mis más y mis menos en algunos aspectos de la hermandad en los cuáles no compartíamos los mismos puntos de vista. 

Pasó el tiempo y este caprichoso y algunas veces este incomprendido tiempo quiso que compartiéramos cuatro años en una Junta de Gobierno con tus hijos José María y Rafa. Sólo puedo darles las gracias a ambos por los ratos que pasamos juntos trabajando por la hermandad que tú refundaste con otros pocos de locos cofrades allá por los años 70. Y ahí fue cuando pude comprobar y saber de tu humildad y de tu solidaridad y comprensión con los más necesitados y siempre desde un sitio humilde y sin llamar la atención más de los estrictamente necesario.  

No quiero extenderme mucho más, solo quiero agradecerte desde estas humildes palabras tu labor como persona creyente y cofrade. Las palabras que tanto tu sobrina como tu cuñado dieron en tu sepelio, sólo dejaron entre ver a los allí asistentes lo buena persona que eras y que este tiempo y esa maldita enfermedad no nos han dejado poder seguir disfrutando más de tu presencia. El Señor orante en el Huerto de los olivos te tenga a su lado rezando por tu familia y amigos, al igual que a la soledad del Señor amarrado a la columna le puedas hacer compañía allí arriba y nuestra Virgen de la Candelaria sea la luz de tu nuevo caminar, bajo el Amparo de la Gloria celestial. Hasta siempre José María.

Pachi Giraldo



Pd.- Sólo unas palabras de uno que fue hermano de tu hermandad del Huerto, para darte de nuevo las gracias por aquella locura de refundar esta hermandad. 







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