Esther Mª Ojeda. No ha pasado más de un mes desde que la Iglesia de San Cayetano se encontrase inmersa en un absoluto frenesí de preparativos que culminarían con la siempre deseada procesión de la Virgen del Carmen. La emblemática cuesta que Jesús Caído desciende en la tarde de cada Jueves Santo quedaba muy pronto engalanada con banderas y la ya tradicional petalada se fraguaba entre los muros de la Torre Malmuerta.
Tras la Novena, repleta de actuaciones y homenajes que nos dejaban a su vez la instantánea diaria del Convento de San José lleno de fieles, finalmente la “Emperatriz Cordobesa” pudo realizar el itinerario que, desde hace unos años, nos regala la imagen del palio encargado de abrir la veda en la Regina Mater al atravesar los Jardines de Colón, la Cuesta del Bailío o la Plaza de Santa Marina donde la fachada del Convento de Santa Isabel de los Ángeles le devuelve su reflejo.
Todo concluía con la satisfacción lógica y la emoción típica de la feligresía de San Cayetano tras las que el convento volvía a la normalidad de su día a día con el regreso de la Virgen del Carmen a su camarín ya ataviada para el período estival tal y como hacía saber la archicofradía hace unas horas.