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viernes, 16 de septiembre de 2016

Con la venia: El héroe anónimo


Dicen los historiadores que allá por el siglo XVI ya había cortejos de cofrades que procesionaban acompañando a los pasos. Pero no sería hasta la centuria siguiente que una hermandad incluyó un capirote acabado en punta en su vestimenta reglamentaria; fue la desaparecida Hermandad de San Juan de Letrán y Nuestra Señora de la Hiniesta de Sevilla. Y esa forma de orar y hacer penitencia “acompañando” a las distintas advocaciones de Nazarenos, Cristos, y de Nuestra Madre Virgen Santísima la hizo nuestro pueblo, nuestra gente su forma de acercarse a Dios y de mostrar la esencia de su religiosidad popular.

Si, el nazareno de a pie, hombre o mujer, es por su naturaleza un sujeto discreto que se muestra al mundo con su antifaz, su capirote, y su túnica. Alguien que está ahí pero al que no se le ve... y sin embargo sin él todo este universo se resquebrajaría para siempre.

Vivimos, por suerte, una ebullición del sentir cofrade pero al nazareno sigue sin ser visto, sin ser muchas veces tomado en cuenta. El nazareno no tiene la leyenda épica del costalero, ni el marchamo artístico del músico, ni la notoriedad del capataz de turno, ni siquiera manda como los componentes de la Junta de Gobierno. El nazareno para algunos no cuenta, esta ahí; si, pero...

Quizás porque en una sociedad donde el anonimato y el gusto por lo discreto no cotiza al alza, sino que por influencia del mundo anglosajón el individualismo y el hacerse notar más que el otro es lo común, lo que rodea al nazareno es minusvalorado incluso en el seno de las hermandades A este respecto es desconcertante cómo algunas cofradías tienen cuadrillas de costaleros y sus filas de penitentes son escualidamente ridículas; o cómo en otras, la estatura media de los miembros del cortejo es tragicómicamente diminuta, y no me refiero a las que por tradición los niños tienen una participación propia, nadie se asombra cuando vemos procesiones llenas de infantes casi completamente, con adultos como celadores, cargos y poco más.

Es necesario recuperar el gusto por hacerse nazareno, y sobre todo que el individuo permanezca una larga trayectoria de vida con su capirote a cuestas; no se trata de imprimir un nuevo carácter a un “oficio” que por lo demás siempre será ejercido solitariamente, acompañado únicamente de la mano de la advocación a la que el penitente se entrega; pero si de darle su sitio y su importancia.

Por todo éllo ahora que Córdoba, a través de su mundo cofrade se juega mucho, con motivo del posible cambio de carrera oficial, en el que se entrecruzan informes y propuestas varias sería bueno saber cuál de ellas es la mejor para todos los nazarenos, para ese nazareno, con no importa que color de túnica, que año tras año no falla, el sostén invisible de la Semana Santa.

Gabriel Lozano






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