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viernes, 16 de septiembre de 2016

Enfoque: Cien años del nacimiento de "La mano izquierda de Dios"


José Barea. El 16 de septiembre de 1916 nacía en la sanroqueña localidad de San Roque un tal Luis Ortega Brú. Probablemente, el imaginero más brillante de todo el siglo XX, y es que se ganó a pulso el apodo de "La mano izquierda de Dios". Hoy, cien años más tarde, merece la pena recordar el nacimiento de uno de los artistas que consiguió expresar la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo con una maestría "heredada" de los más grandes imagineros de nuestra historia.

Dejó perlas en hasta seis provincias de Andalucía, así como fuera de ella. En Alicante, talló al Cristo de la Fe, en Burgos, a la Inmaculada Concepción y en Manzanares, a la Esperanza y a la Columna. De nuestro territorio son tantas las obras que nos regaló que a buen seguro quedará alguna en el tintero. Sin embargo, cabe destacar que resulta muy llamativo la gran carga devocional que poseen sus imágenes en nuestra tierra, y esque si nos detenemos en cada una de las tallas sagradas que el sanroqueño sacó de su gubia y de su privilegiada mente, queda a las claras que su relación íntima con la divinidad es fiel reflejo del fervor que despierta situarse frente a una obra de Ortega Brú. 


En Cádiz capital procesiona cada Madrugá del Viernes Santo el Santísimo Cristo del Perdón, así como todo su misterio, siendo uno de los más esperados de toda la Semana Santa gaditana. Si nos quedamos en la provincia de Cádiz, en Jerez dejó a la Sagrada Cena así como a varios apóstoles de su misterio, sin duda uno de los mayores atractivos de la Semana Santa de Jerez, así comom al Cristo del Descendimiento.

En mi tierra, La Línea de la Concepción, dejó dos perlas sin igual: el conjunto escultórico del Cristo de las Almas y Nuestra Señora de las Angustias y María Santísima de la Esperanza, siendo ambas de las imágenes más fervorosas de la localidad. En su localidad natal, San Roque, se encuentra la Piedad y el Cristo de la Buena Muerte, siendo ambos de gran belleza artística. En Huelva talló a la Oración en el Huerto, siendo una imagen de gran calidad expresiva.

En Córdoba se encuentra Nuestro Padre Jesús del Silencio, que procesiona cada Domingo de Ramos por la ciudad califal. Linares disfruta de Nuestro Padre Jesús de la Columna, aunque esta fue su obra póstuma. No pudo finalizarla al completo y fue el sevillano Juan Ventura quien culminó la imagen. En Málaga, Nuestro Padre Jesús de la Pasión posee el característico sello del imaginero sanroqueño, y en aquella bendita tierra también se encuentra el Cristo del Descendimiento.

Y, como no podía ser de otra manera, existe una gran obra en Sevilla que lleva la firma del insigne imaginero Luis Ortega Brú. De hecho, el Cristo de la Misericordia de la Hermandad del Baratillo fue su primera imagen cristífera. También realizó uno de los misterios con mayúsculas de la Semana Santa sevillana, el de Santa Marta que procesiona cada Lunes Santo desde San Andrés. Brú dejó su arte también en el barrio de Triana y por partida triple, ya que esculpió tanto al Soberan Poder -"Mi Cristo para Sevilla", reza el sudario del cuerpo del Señor-, como a Nuestra Señora de la Salud, así como a Caifás, que remata el paso de misterio de la Hermandad de San Gonzalo también del Lunes Santo. Realizó todo el apostolado del paso de misterio de la Sagrada Cena entre los años 1975 y 1982. Para terminar, talló al Cristo de la Salud de la Hermandad de Montesión, aunque este no procesiona actualmente con la Cofradía del Jueves Santo.


Todo este listado de tallas sagradas da sobrada cuenta de la grandeza del personaje que nos ocupa. Una obra verdaderamente conmovedora en todas sus facetas, y que quizá es el reflejo de la atormentada vida del sanroqueño por motivos ideológicos, en un momento histórico en el que en nuestro país la situación era verdaderamente complicada. Él supo sobreponerse a todo ello aunque, evidentemente, le quedaron secuelas derivadas del sufrimiento propio y de su familia durante la triste Guerra Civil española. Sin embargo, supo canalizar todo este sufrimiento hacia Dios y se convirtió en su mano izquierda, siendo sin ninguna duda uno de los grandes de la historia de la imaginería española. Cien años desde aquel 16 de septiembre de 1916, pasarán varios centenarios antes de que ningún otro se le acerque. Único e irrepetible.






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