Esther Mª Ojeda. Tan conocida como antigua es la histórica devoción que liga a Nuestra Señora del Socorro con el pueblo de Córdoba remontándose hasta la segunda mitad del siglo XVI en el que, según cuenta la historia, la Santísima Virgen intercedió el 21 de septiembre de 1589 para salvar a la ciudad del viento huracanado y la tormenta a los que se había visto sometida. Este hecho supone el inicio de una veneración hacia la Virgen – que por aquel entonces recibía culto en la Iglesia Hospital de la Santísima Trinidad en la Plaza de la Corredera – que se vería extremadamente fortalecida gracias a la tradición oral y, más concretamente, al romance redactado en el mismo año en que tuvo lugar el mencionado milagro.
Fue a mediados del siglo XVII cuando la devoción a la Virgen de la Plaza comienza a asentarse cuando una peste asola a la población del barrio desde mayo de 1649 hasta junio de 1650, período durante el que ocho personas se ocupan de dar sepultura a los fallecidos por dicho contagio y enterrarlos en el hospital que ya por entonces había pasado a conocerse popularmente como el del Socorro. Tras estos acontecimientos que significaron el inicio de un gran arraigo devocional, se procede a la fundación de dos hermandades en honor de la Virgen del Socorro en los años 1677 y 1695, con las que se configuraban una corporación de ánimas y otra rosariana.
El primer proceso fundacional tuvo lugar en el mes de agosto y se debió al trabajo constante de un grupo de ministros de la cárcel real de la Corredera que siguieron apoyando a la corporación posteriormente con el propósito de rendir culto a Nuestra Señora del Socorro que, haciendo honor a su nombre – Nuestra Señora del Socorro y Ánimas Benditas – pretendía alcanzar a través de la celebración de misas el perdón de los pecados de las almas del purgatorio. Además del conjunto de personas anteriormente mencionado, la fundación cuenta con el apoyo y la ayuda de un gran número de cordobeses cuya vida se asentaba principalmente en la Plaza de la Corredera y los alrededores de San Pedro, barrios con los que la Virgen del Socorro quedaría definitivamente ligada.
Posteriormente con la creación de la segunda hermandad – Nuestra Señora del Socorro y Santo Rosario – ya en su célebre ermita, la imagen de la Virgen comenzó a recorrer las calles de la ciudad con el rezo de un rosario en el que se cantaban los misterios, llegando a formar parte de un nutrido grupo de cofradías que se afanaban en la realización esta popular práctica.
La devoción a la Santísima Virgen consiguió perpetuarse a lo largo de los siglos alcanzando grandes períodos de esplendor durante los que aumentó considerablemente su nómina de hermanos y se pudieron llevar a cabo ciertas obras con las que se enriquecía la ermita de Nuestra Señora. Aunque tras una nueva revitalización de la cofradía durante el siglo XIX, la Hermandad del Socorro hizo su entrada en el siglo XX con ciertos y lógicos altibajos en su tradición que, a pesar de los obstáculos, consiguió no verse afectada en los difíciles años que la II República supuso en el aspecto religioso.
A pesar de las épocas de decadencia, la veneración a la Virgen del Socorro consiguió mantenerse intacta con el paso de los siglos, un fervor que siempre se dejó sentir especialmente en la Plaza de la Corredera – de lo que da fe las populares imágenes que mostraban a la queridísima imagen barroca presidiendo la inauguración del mercado en agosto de 1896 – y las cercanías de la Parroquia de San Pedro, iglesia que en varias ocasiones había servido de escenario para cobijar a la inmensa multitud que se congregaba en torno a la Virgen del Socorro con motivo de la celebración de su novena, dando lugar a una relación que llega hasta nuestros días y que se hace patente con los eventos que aún vinculan a la Ermita del Socorro con dicha Parroquia así como con las antiguas fotografías de la década de los 50 con las que la Hermandad de la Misericordia ilustra su página.
Foto Hermandad de la Misericordia