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sábado, 3 de septiembre de 2016

Sin ánimo de ofender: Los eternos debates


Una vez pasado el inmenso abismo que parece separar los meses de agosto y septiembre todo vuelve a adquirir el dinamismo habitual con la vuelta a la rutina. Una rutina que, al menos en esta ocasión, no parece verse afectada por el tedio del día a día ni  por el trabajo incansable y muchas veces tan discreto como sigiloso que marca la vida de nuestras hermandades. 

Por el contrario, el regreso tras las vacaciones ha llegado con una abrumadora avalancha – a priori – de buenas noticias. Y digo a priori porque las noticias casi nunca se quedan en una mera transmisión de información, sino que con dicha transmisión el debate está asegurado y en seguida comienzan a escucharse las voces de partidarios y detractores con las que se abren nuevas brechas o se acentúan las existentes hasta que con esas confrontaciones vuelven a salir a la luz las absurdas guerras de orgullo y voluntades.

Con la proximidad de la anunciada salida extraordinaria de la Hermandad del Rescatado por su 75 aniversario e incluso con la del Vía Lucis que prepara la Hermandad del Amor con motivo de los 25 años de su llegada a Córdoba hay quien vuelve a reparar en la que emprendió Jesús Caído el año pasado o la Paz en el anterior para así aprovechar y  manifestar su descontento con este tipo de salidas. Se argumenta con ello que quizá no haya una necesidad real de llevarlas a la práctica, que cada cual tiene su día de salida, que ha de producirse una vez al año y pretender salirse de eso acaba por restarle importancia y singularidad a la tradición que reduce las salidas a la Semana Santa. Y puede que a ese razonamiento no le falte razón de no ser porque muchas de las personas que se esmeran por convencer a los demás de ello son a menudo las primeras en hacer un exhaustivo y entusiasta seguimiento de las extraordinarias, que por supuesto nadie termina queriendo perderse.

Como no podía ser de otro modo, la segunda controversia viene previsiblemente de la mano del siempre polémico traslado de la Carrera Oficial al entorno de la Catedral. Un tema que desde el principio estuvo señalado por las diferencias entre los que destacaban la importancia y la lógica de hacer estación de penitencia en el primer templo de la Diócesis de Córdoba y los que se oponían por la dificultad añadida que indudablemente entraña el tránsito por las calles de la Catedral, alegando asimismo que ese deseo estaba estrechamente relacionado con la idea de introducir en la ciudad las costumbres sevillanas.

No se puede negar que los segundos llevaban gran parte de razón en sus primeras argumentaciones dadas las complicaciones que parecen no dejar de aparecer con cada paso que se intenta dar hasta hacer del proyecto una realidad. Como consecuencia, el debate no deja de prolongarse indefinidamente acaparando titulares día tras día y resultando agotador hasta lo indecible. 

A todos esos naturales obstáculos se suman los pormenores que han ido surgiendo – y con los que se ha llegado a poner encima de la mesa la posibilidad de “entrar sin entrar” – y las diversas justificaciones que se han sucedido a lo largo de los meses, que desde luego no han ayudado a facilitar la labor y entre las que se ha llegado a afirmar que la idea de bajar hasta la Catedral era en algunos casos inviable por el mero hecho de contar con un alto número de niños en el cortejo. 

En definitiva toda una serie de perpetuos enfrentamientos y dilemas que unas veces por causas ajenas a la voluntad y otras no, no parecen tocar a su fin al menos a corto plazo a pesar de que a menudo la solución pasa por hacer algunas concesiones y dejar a un lado la crítica fácil y gratuita.

Esther Mª Ojeda


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