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lunes, 10 de octubre de 2016

Candelabro de cola: Dos anécdotas divertidas del costal y del martillo


A estas alturas de la película ya pocas cosas me sorprenden del mundo de las cofradías. Palabra de honor: pocas, muy pocas. En cambio, en el submundo cofrade del costal y del martillo (todo un inframundo), aún se las apañan para desquebrajarme la mandíbula de vez en cuando para mi total sorpresa. Y lamentablemente nunca suele ser para algo positivo.

Este año, poco después de concluir la semana santa, una vieja amiga y yo coincidimos con un chico por la calle con el que ella se detuvo. El hecho es que la conversación entre ambos derivó hacia la semana santa pasada y él le empezó a hablar de la que había sido su primera estación de penitencia como costalero. Cuando el chico nos dejó mi interlocutora me comentó que el mismo había sido de niño hermano de una cofradía de centro de la que ya se había dado de baja, pero que ahora se había ido a salir de costalero a otra hermandad. Cuando le pregunté por el motivo del cambio de cofradía me comentó que su amigo había elegido esa hermandad para salir por su largo recorrido, ya que él lo que buscaba era "ponerse en forma". Como si no hubiera gimnasios, oiga. Una recomendación para las hermandades: obliguen a todos sus costaleros que no tengan la condición de hermanos a pagar una papeleta de sitio más elevada que a los que sí lo son, ya que se ve que algunos hasta se ahorran las cuota de gimnasio a su costa.

A la altura de la anterior, si es que no la supera, está la anécdota que hace ya casi veinticinco años le sucedió a un amigo cuando formaba parte de una junta de gobierno. En una reunión de la misma tuvieron que tratar la propuesta de su cuerpo de capataces que planteaba lo siguiente: instalar una cámara de vídeo en la corona de la Virgen para grabar desde allí la salida procesional de la cofradía. No hay que ser muy lumbreras: lo que estos capataces pretendían grabar eran las imágenes de ellos mismos llevando su paso de palio. Lógicamente la junta de gobierno no permitió tal despropósito. Yo, adicionalmente, de haber formado parte de aquella junta, habría propuesto internar a los capataces en un buen psiquiátrico para ver si lo suyo tenía alguna cura.

Marcos Fernán Caballero




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