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martes, 11 de octubre de 2016

Soledad de San Cayetano, la presencia discreta


Esther Mª Ojeda. Es Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad una presencia discreta al lado del popular y dulce Jesús Caído. Una imagen que camina solemne tras los pasos del Señor de los toreros en la tarde del Jueves Santo, meciéndose bajo un inconfundible palio de enormes dimensiones y mostrándonos a la Santísima Virgen de forma totalmente distinta a la que estamos acostumbrados. Nada que ver con los aniñados rostros de las representaciones propias de hoy en día, la Señora de San Cayetano nos muestra ese singular rostro de evidente y maternal madurez con el que muy pocas cuentan.

A falta de la documentación necesaria, cabe señalar que la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad es de autoría desconocida aunque la fecha de su ejecución se sitúa en torno al siglo XVIII, puesto que es entre los años 1736 y 1739 cuando la talla llega al Convento de San Cayetano previo encargo de Fray Gabriel de San Juan Bautista. Los estudios a los que ha sido sometida han descartado que podamos ubicar a la Santísima Virgen en los cánones de las escuelas sevillana y granadina ya que sus características denotan una clara influencia del clasicismo.

La llegada de la talla cumplía al fin con su incorporación el sueño de los que deseaban la presencia de una titular mariana que acompañase al venerado Jesús Caído, facilitando de modo considerable la definitiva fundación de la hermandad que se produjo unas décadas más tarde, concretamente en 1765. Así, la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad daba sus primeros pasos en la Córdoba cofrade con la advocación bajo la que también se encontrasen muchas otras, pasando a ser conocida como la Virgen de los Dolores. El paso del tiempo la aproximó un poco más a la advocación con la actualmente la conocemos, convirtiéndose en Nuestra Señora del Mayor Dolor hasta que, debido a la influencia de la Marquesa de la Mota del Trejo, tomó su nombre para adaptarlo a la que finalmente fue su tercera y última advocación.


La Virgen, que actualmente preside de forma inusual la capilla de Jesús Caído, se someterá en unos meses a un nuevo proceso de restauración que se sumará a los anteriores, realizados en el siglo XIX por José Saló y en 1989 por Miguel Arjona y en quienes la cofradía confió para devolver a su estado óptimo a la querida titular de la corporación, en cuyo rostro se dibuja una expresión de dolor sereno.

Cuenta Nuestra Señora del Mayor Dolor con un completísimo y valioso ajuar en el que cabe destacar la tradicional saya de terciopelo bordada en oro que en 1924 realizasen las monjas del Convento de Santa Isabel de los Ángeles, cuyo diseño encuentra una perfecta armonía con el manto procesional, decorado con bordados de tipo vegetal. Aunque sin duda alguna una de las grandes y llamativas innovaciones tuvo lugar en el 2000, año en que la dolorosa adquiría la característica e inconfundible corona de plata con la que la vemos recorrer las calles cordobesas en la jornada del Jueves Santo, dotándola de un sello y personalidad propios que, una vez más, la hacen distinta de todas las demás.

Fotografías Hermandad de la Misericordia



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