Eva Martín. Todo se vuelve diferente cuando al entrar por las puertas de San Lorenzo se erige tu eterna silueta de Mujer, de Madre, de Maestra y de Reina. Porque tu incalculable belleza, convierte en excepcional cada secuencia que configura nuestra cotidianidad.
Porque es tu mirada, la misma que encierra en sus pupilas el Mayor Dolor que puede sentir un ser humano, el vergel en que se baña la humanidad entera, buscando el refugio que calme la ausencia, con que el odio irracional y miserable condenó a quienes hallaron un oasis en el erial en que la ira la soberbia y la codicia convirtió a la Tierra.
Sé que poco podemos pedirte, Madre Mía, bastante ha sufrido tu corazón dolorido. Pero solo Tú eres la luz que ilumina el auténtico camino que mostró el Nazareno. Solo Tú puedes ayudarnos a superar el Calvario para alcanzar el verdadero sentido de la Cruz. Sólo puedes apaciguar nuestro dolor y acercarnos al reino de tu Hijo. Por eso vengo a buscarte, Señora, para alimentarme de tu inexplicable espíritu de superación y aprender a levantarme cada vez que mi rodilla se clave en el fango...
Fotos Antonio Poyato
