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domingo, 13 de noviembre de 2016

El Besapiés del Santísimo Cristo de la Coronación de Espinas del Valle en la mirada de Benito Álvarez


Carlos Gómez. Este fin de semana se está desarrollando en la Iglesia de la Anunciación el Solemne Besapiés en honor del Santísimo Cristo de la Coronación de Espinas, celebrado por la Hermandad del Valle. Un evento de culto para cuya celebración, el equipo de priostía de la corporación sevillana ha dispuesto un elegante altar efímero de cuya estructura nuestro compañero Benito Álvarez ha dejado testimonio gráfico a través de este excelente reportaje.

Imagen sedente con las manos cruzadas delante del pecho, el Santísimo Cristo de la Coronación de Espinas es una escultura de 134 cm de altura y 38 kg de peso, tallada en varias maderas y policromada. Iconográficamente es la sublime e inefable interpretación de la Realeza del Redentor. Sus cultos se celebran en noviembre desde 1999, coincidiendo con la festividad de Cristo Rey del Universo.

Realizada en 1687 por Agustín de Perea, escultor malagueño nacido a comienzos de la segunda mitad del siglo XVII y fallecido en Sevilla el 2 de diciembre de 1701, fue donada por el mayordomo de bienes de la Hdad., Toribio Martínez de Huerta. Por primera vez “procesionó con gran lucimiento” en 1688.

Ha sufrido varias restauraciones, entre ellas la realizada entre 1878 y 1879 por Emilio Pizarro y Cruz, la de 1918 por Joaquín Bilbao y la última, en la que la imagen fue trasladada al IAPH el 9 de abril de 1999 y regresó el 5 de abril de 2000, y la realizaron Enrique Gutiérrez Carrasquilla y técnicos del instituto.

Ambos Cristos fueron trasladados entre mayo y septiembre de 1931 al chalet, en la barriada de Hoteles del Guadalquivir, del Hermano Mayor, Federico García Marín. Al mismo sitio se trasladó el Crucificado de Martínez Montañés.

Durante los meses de julio a septiembre de 1936 la Sagrada Imagen del Cristo de la Coronación de Espinas permaneció oculta primero en la misma iglesia del Santo Ángel y después en la casa de las hermanas Rosa, Tula y Lola Piazza, en la plaza de la Magdalena.

Fotos Benito Álvarez















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