Suspira el ángel por una hermandad de negro que en fechas recientes hizo tanto ruido que consiguió despertar el tranquilo sueño que el alado disfrutaba junto al Crucificado universal que vela eternamente el sueño de todos sus hijos en la oscuridad de la noche.
Suspiros alados por el primer toque de llamador que, al instante, fue replicado por el mismo apellido para volver a sonar después otras dos veces más y, al cuarto golpe de martillo, se observó que la mesa seguía en el mismo sitio pero cuatro se levantaron de la silla.
Suspira el querubín porque la experiencia le dice que el que se va sin ser echado volverá sin ser llamado, más aún cuando el que se marcha parece que se va pero todos saben que no lo hace aferrándose a un clavo ardiendo que bien podría ser un llamador en forma de áspid.
Joaquín de la Sierra i Fabra
Foto Álvaro Córdoba