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lunes, 14 de noviembre de 2016

Enfoque: El costalero anónimo, una especie en peligro de extinción


Guillermo Rodríguez. Dice una voz popular que no existe peor soberbia, que la falsa modestia, y probablemente este sea el pecado capital que con mayor frecuencia se reproduce bajo las trabajaderas. Una de las personas de este universo cofrade que he tenido la infinita suerte de entrevistar en los últimos tiempos ha sido el capataz Jesús López Mata -a quien mando un fortísimo abrazo-, responsable del paso de Misterio del Santísimo Cristo de la Agonía. Un hombre que entre las muchas virtudes que posee se halla su particular visión del oficio de costalero. López Mata considera que ser costalero es un modo de vida, una auténtica filosofía que materializa con sus hechos y con su forma de desarrollar su faceta de capataz. Una visión excepcional en los tiempos que corren, ¿qué duda cabe? y que se erige en una especie de oasis en el erial en que se ha convertido una labor que muchos viven más como un deporte que como una auténtica manifestación de fe, tamizada por la afición necesaria e insuficiente, pero manifestación de fe, al fin y al cabo.

Jesús López dejó para el recuerdo un buen número de reflexiones que dan buena cuenta de su peculiar y al mismo tiempo insustituible manera de comprender la esencia del costalero. "El costalero no debe tener mucha relevancia, es alguien anónimo". Una afirmación que inexorablemente se contradice con determinadas modas que asolan en los últimos tiempos el mundo del costal acerca de las cuáles también ofreció su opinión: "Las últimas modas van buscando algo que va en contra de la esencia de un costalero, que es pasar desapercibido".

"Creo que todas estas modas se inventan y se siguen por un afán de notoriedad, de buscar la diferencia con los otros, y al final, como todo el mundo tiene notoriedad y poca originalidad, acaban perdiendo esa diferenciación que van buscando, con lo cual me parece absurdo, creo que no es como debe de funcionar una cuadrilla de hermanos costaleros pero obviamente respeto porque estamos en democracia". Poco más que añadir; quien tenga oídos que escuche.

López profundizó en este asunto: "Mi concepto es el de cuadrilla de hermanos costaleros donde se fomenten principios como la honestidad, el sacrificio, la humildad, el respeto, el hermanamiento. Creo que en el mundo del costal, el andar, el hacer buenas chicotás, hacerse bien la ropa... son cosas importantes y han evolucionado desde que yo empecé, pero para mí eso son instrumentos, no es la esencia como algunos piensan, instrumentos para llevar al costalero a que consiga tener esos principios de los que he hablado".

Hoy, la parafernalia, lo accesorio, los fuegos de artificio, han sustituido en gran medida a ese costalero anónimo, callado y obediente, a esa esencia y esa búsqueda de valores que parece perderse en la lejanía del tiempo perdido. Nadie niega que ir correctamente equipado sea una ayuda para el buen desempeño del trabajo, que nadie malinterprete mis argumentos, pero llegar al extremo de reducir lo esencial a lo accesorio es un error de irremediables consecuencias. Hoy parece primar más la observancia de las modas superfluas y el respeto por una vanidad a la que algunos sucumbimos durante nuestra faceta de costalero, empecemos reconociéndonos pecadores, tal vez porque nadie perdió ni un segundo de su existencia en mostrarnos el auténtico significado de ser cirineo de Dios, como sí hacen hombres como López Mata.

Y probablemente, mucho de lo que ocurre bajo las trabajaderas de nuestros pasos no sea más que una reproducción a pequeña escala de lo que ocurre en las trabajaderas de la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Una sociedad en la que el respeto por el pasado brilla por su ausencia, en la que se desprecia a quien peina canas porque poco puede enseñar al joven impertinente y prepotente que cree que todo lo sabe porque se maneja con solvencia en redes sociales, o en su caso porque domina con absoluta perfección la coreografía de San Gonzalo o el repertorio de Tres Caídas de Triana. Hoy, lejos de que ser un grado, la experiencia no es sino una tara de la que los más jóvenes intentan zafarse como sea, olvidando e ignorando que las cosas un día eran como eran por una razón y no por obra y gracia del Espíritu Santo y que en cambio, muchas de las modas actuales no son más que ocurrencias sin mayor fundamento, que repetir como papagayos lo que otros hacen a nuestro alrededor.

Si quieren ser testigos de una buena muestra de ello, no pierdan detalle de este magnífico vídeo de apenas minuto y medio que han colgado en twitter los compañeros de @Aestaess. En él, Antonio Santiago, un maestro fuera de toda duda, a pesar de que muchos de estos de los que les hablaba vienen ahora a negarle el pan y la sal, reflexiona acerca de la moda de colocarse el costal tapándose los ojos. No pierdan detalle. Escuchen atentamente y extraigan sus propias conclusiones.








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